Los
fanáticos (seres con formas humanas pero irracionales) proliferan a derecha,
izquierda, centro, sur, norte y todos lados. El engaño de racionalizar sus
sentimientos les da la visión de ser únicos en ser iluminados por la verdad de
sus líderes. Toda verdadera racionalidad propia les repugna. ¿Cómo se atreve a
pensar semejante cosa?, dicen cuando se les muestra un trozo de razón.
Inmediatamente crispan las manos y su boca espumea. Sus dogmas han sido
amenazados. No importa de qué lado estén los fanáticos siempre son un estorbo
para la libertad, la vida y hasta para la risa franca. Sus eternas fotos con sus dueños, sus
incesantes devaneos con cualquier cosa, su estoicismo, su optimismo y el
diccionario fundamental para responder al enemigo los delata como simples y
superfluos aunque aparenten profundidad. Son apéndices sin voluntad propia
aunque crean lo contrario. Toda racionalidad tiene su debacle en el fanatismo. Todo
acto de esclarecimiento tiene su velo oscuro en el no y en el sí del más
insignificante fanático. Ojala algún día a ciencia tenga a bien descubrir el
gen que determina este comportamiento, si es que es el caso, y libere tanto
esclavo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario