En Puebla se han encumbrado las peores personas en la política. Los dos
candidatos con más posibilidades de ganar la presidencia municipal, Enrique Agüera
del Partido Revolucionario Institucional y Tony Gali del Partido acción Nacional,
se han atacado encarnizadamente sin tener el menor escrúpulo. Ambos hacen
señalamientos recíprocos de corrupción.
Enrique Agüera se enriqueció inexplicablemente durante sus gestiones
como rector de la Benemérita Universidad autónoma de Puebla y, a Tony Gali se
le atribuye despojos a campesinos con métodos legaloides. Si el primero gana el
Partido Revolucionario Institucional pondrá nuevamente sus garras en lo público
para tratar de imponer el totalitarismo como forma de gobierno; si el segundo
gana será una pieza clave para la construcción de la candidatura del gobernador
de Puebla, Rafael Moreno Valle.
Los señalamientos de corrupción que se hacen, el candidato del PRI y del
PAN solo puede entenderse si y solo si, se toman ambas posturas como ciertas. Gane
quien gane quienes saldrán perdiendo serán los habitantes de la ciudad de Puebla
y eventualmente del Estado. Mientras el pueblo de México trata de imponer la
democracia y el Estado de Derecho, los políticos tratan de todas las formas
posibles de someter a ese pueblo que dicen servir.
La muerte del ex rector Samuel Malpica no puede desligarse de las
elecciones en Puebla. ¿Quién o quienes tenían interés en matarlo y quien o
quienes se beneficiaron con su muerte?. El mensaje es claro: los ciudadanos no
deben cuestionar, investigar o poner a la luz pública la corrupción imperante
entre los políticos en Puebla. En estas elecciones se debe elegir entre ser
gobernado de manera sumisa o la tumba.
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