2.4.
Thomas Hobbes
Nuestro autor es claro y
preciso al no admitir que la soberanía pueda ser dividida so pena de que ese
súper poder deje de serlo y se trastoque en un poder simple. Me pregunto por
qué si desde hace cientos de años ya se descubrió que la soberanía es una,
seguimos dividiéndola y como consecuencia complicándonos la vida. Sospecho que
es nuestra natural propensión a la tradición a tener gobiernos piramidales.
Hace falta hacer la historia del o de los tipos de gobiernos en nuestra
historia. Va el texto de nuestro genial autor.
“Existe una sexta
doctrina y llanamente contraria a la esencia de un Estado: según ella el
soberano poder puede ser dividido. Ahora bien, dividir el poder de un Estado no
es otra cosa que disolverlo, porque los poderes divididos se destruyen
mutuamente uno a otro. En virtud de estas doctrinas los hombres sostienen
principalmente a algunos que haciendo profesión de las leyes tratan de hacerlas
depender de su propia enseñanza, y no del poder legislativo.
Tan falsa doctrina, así
como el ejemplo de un gobierno diferente en una nación vecina, dispone a los
hombres a la alteración de la forma ya establecida. Así, el pueblo de los
judíos fue impulsado a repudiar a Dios reclamando al profeta Samuel un rey
semejante al de todas las demás naciones. Así, también, las ciudades menores de
Grecia, estaban constantemente perturbadas con sediciones de las facciones
aristócratas y demócratas; una parte de los Estados deseaba imitar a los
lacedemonios; la otra, a los atenienses. Yo no dudo de que muchos hombres hayan
considerado los últimos disturbios en Inglaterra como una imitación de los
países bajos; suponían que para hacerse ricos no tenían que hacer otra cosa
sino cambiar, como ellos lo habían hecho, su forma de gobierno. En
efecto la constitución de la naturaleza humana propende por si misma a la novedad.
Por tanto, cuando resulta estimulada en el mismo sentido por la vecindad de
quienes se han enriquecido por tales medios, es casi imposible no estar de
acuerdo con quienes solicitan el cambio y aman los primeros principios, aunque
les desagrade la continuidad del desorden; como quienes habiendo cogido la
sarna se rascan con sus propias uñas, hasta que no pueden resistir más.
Del mismo modo que han
existido doctores que sostienen la existencia de tres espíritus en el hombre,
así también piensan algunos que existen, en el Estado espíritus diversos (es
decir diversos soberanos), y no uno solo, y establecen una supremacía contra la
soberanía; cánones contra leyes y autoridad eclesiástica contra autoridad
civil, perturbando las mentes humanas con palabras y distinciones que por sí
mismas nada significan, pero que con su oscuridad rebelan que en la oscuridad
pulula como algo invisible otro reino nuevo, algo así como un reino fantástico.
Teniendo en cuenta que, evidentemente, el poder civil y el poder del Estado son
la misma cosa, y que la supremacía y el poder de hacer cánones y de otorgar
grados incumbe al Estado, se sigue que donde uno es soberano, otro es supremo,
donde uno puede hacer leyes otro, otro hace cánones siendo preciso que existan
dos Estados para los mismos súbditos, con lo cual un reino resulta dividido en
si mismo y no puede subsistir. Por otra parte, a pesar de la distinción
insignificante de temporal y espiritual, siguen existiendo dos reinos y cada
súbdito está sujeto a dos señores. El poder eclesiástico que aspira al derecho
de declarar lo que es pecado, aspira como consecuencia, a declarar lo que es
ley (el pecado no es otra cosa que la trasgresión de la ley); a su vez, el
poder civil propugna por declarar lo que es ley, y cada súbdito debe obedecer a
dos dueños, que quieren ver observados sus mandatos como si fueran leyes, lo
cual es imposible. O bien, si existe un reino, el civil, que es el poder del
Estado, debe subordinarse al espiritual, y entonces no existe otra soberanía
sino la espiritual; o el poder espiritual debe estar subordinado al temporal, y
entonces no existe supremacía sino en lo temporal. Por consiguiente, si estos
dos poderes se oponen uno a otro, forzosamente el Estado se hallara en gran
peligro de guerra civil y desintegración. En efecto, siendo el poder civil más
visible, y estando sometido a la luz más clara de la razón natural, no puede
escoger otra salida, sino atraerse, en todo momento, una parte muy considerable
del pueblo. Aunque la autoridad espiritual se haya envuelta en la oscuridad de
las distinciones escolásticas y de las palabras enérgicas, como el temor del
infierno y de los fantasmas es mayor que otros temores, no deja de procurar un
estímulo suficiente a la perturbación y, a veces, a la destrucción del Estado.
A veces también, en el
gobierno meramente civil existe más de un alma por ejemplo, cuando el poder
recaudar dinero (que corresponde a la facultad nutritiva) depende de una
asamblea general, quedando el poder de dirección y de mando (que es la facultad
motriz) en poder de un hombre y el poder de hacer leyes (que es la facultad
racional) en el consentimiento occidental no solo de esos dos elementos, sino
acaso de un tercero. Esto pone en peligro al Estado, a veces por la falta de
respeto a las buenas leyes, pero en la mayoría de los casos por falta de
aquella nutrición que es necesaria a la vida y al movimiento. En efecto, aunque
pocos perciban que ese gobierno no es gobierno, sino división del Estado en
tres facciones y le denominen monarquía mixta, la verdad es que no se trata de
un Estado independiente sino de tres facciones independientes; ni de una
persona representativa sino de tres. En el reino de Dios puede haber tres
personas independientes sin quebrantamiento de la unidad en el Dios que reina;
pero donde reinan los hombres esto se halla sujeto a diversidad de opiniones y
no puede subsistir así. Por consiguiente, si el rey representa la persona del
pueblo, y la asamblea general también la representa, y en otra representa a la
persona de una parte del pueblo, no existe en realidad una persona ni un
soberano sino tres personas y tres soberanos distintos[1]”.
Creo que agregarle algo
atentaría contra el autor, dado que el texto es claro. No me queda más que
agregar que el pueblo al ser el titular de la soberanía al votar por los
funcionarios que ejercerán la soberanía o bien, que por ministerio de ley la
ejercen, no les delegan nunca la potestad soberana sino solo la autoridad para
ejercer ese súper poder. Se colige que el pueblo soberano jamás pierde el control
de su soberanía ya que en caso contrario podría suceder que nunca más lograra
recuperar ese poder extraordinario, quedando el pueblo tan indefenso ante los
funcionarios públicos. En efecto, sin ese súper poder no habría forma de
enmendar los errores y abusos de los que gobiernan.
Resultaría una cosa
engañosa y absurda desde la teoría sostener que la soberanía se puede dividir. En
este contexto, el estado mexicano, a través, de sus legisladores ha dividido la
soberanía para su ejercicio indebidamente creando “tres poderes soberanos” y
dando como resultado una confusión de la cual no ha logrado salir.
Entre lo formal y la
realidad se puede ver que no existe concordancia. Por un lado se dice que existe
división de poderes formalmente en México pero la realidad refuta tal aseveración
ya que en toda la constitución se puede
ver que existe colaboración entre los llamados poderes (órganos) para alcanzar
los fines del Estado. Por el momento dejo anunciado tal hecho y lo desarrollare
en el capítulo correspondiente.
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