No hay muro que detenga a los pobres, a los desposeídos,
a los que se les ha expoliado, como no hay muro que detenga a los narcos; todos
los casos tienen el mismo origen, la extrema pobreza con diversa respuesta. La
responsabilidad es tanto de los malos gobernantes mexicanos por su enorme corrupción
e impunidad como de los gobernantes estadounidenses que imponen la política y
la forma económica en México, dejando a millones de pobres. Las naciones no están
exentas de responsabilidad y hasta de culpabilidad; los estadounidenses con su
excesiva demanda de drogas y los mexicanos con la producción, transportación y exportación
de las mismas. No hay muro que divida cuando el mal traspasa las fronteras en
forma de imposición política y económica, cuando no se tiene más que ganar el
pan de cada día en Los Estados Unidos, perder la vida en esa aventura impuesta
o en el territorio mexicano de hambre, de un balazo o una cuchillada; en todo caso
es mejor morir en el intento. No hay
muro que detenga a los pobres sino enloquecidos gobernantes manejados como
marionetas por las grandes trasnacionales.
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