Los
hechos y actos desplegados por Rafael Moreno Valle con relación a toda su mala administración
son inaceptables pero, si esto mismo lo llevamos al hecho concreto sobre la muerte
del menor José Luis Alberto Tehuatlie y su firme intención de comprar el silencio
de la señora Elia Tamayo, madre del menor asesinado, el nueve de julio del dos
mil catorce; merece señalarse como inaceptable y cobarde.
En
entrevista con CNN la madre del menor aseguró que ““El jueves vi por la
televisión, como él me había dicho que me iba a dar despensas, que me iba a dar
becas para mis hijos, todavía ni me daba y ya lo está mencionando: ‘El niño
está atendido, la familia, le estamos apoyando’. Cuando llegué le dije: ‘Ya no
quiero nada; a mi hijo, no lo vendo por dinero’. Quieren pagar mi silencio; no,
jamás”, comentó”.
No
se trata de mera y banal sensiblería a favor de Elia Tamayo, flaco favor se le estaría
haciendo; no, se trata de verdadera justicia; de buscar claridad en la muerte
de un menor inocente que pago con su vida las desmedidas ambiciones tiránicas del
gobernador. Es bien sabido que las madres de este tipo son inquebrantables mujeres
que por encima o por debajo del amor que le tienen a sus hijos, todo es de poca
importancia, cosa nula. No hay forma de comprar su silencio y mucho menos su profundo
amor para con la vida de su hijo y el inmenso dolor en su muerte.
Es
una canallada que haya enviado al subsecretario de Asuntos Políticos y
Protección Civil de la Secretaría de Gobierno de la entidad, Luis Arturo
Cornejo Alatorre a tratar sobornar con promesas el silencio de la señora Elia
Tamayo. Si el gobernador no tiene la mínima sensibilidad por un error fatal,
atribuible a él, mismo, ante la pérdida de una vida ajena, a sus locas
ambiciones, no se le debe aceptar esta cobarde acción.
Menciona
el subsecretario Luis Arturo Cornejo Alatorre que la madre del menor muerto tuvo
una “actitud de rechazo” ante la ayuda ofrecida. Estoy seguro que si algún apoyo
ha recibido esta mujer mexicana por parte del gobierno, este ha sido magro. La
actitud de rechazo no debe verse tal y como la quiere pintar Arturo Cornejo
como una actitud intransigente sino como la más profunda integridad de una
persona que cambiaría gustosa esta sombría fama que ha ganado a costa de su
vida misma; es decir, por la vida de su hijo. Eso representa para una madre la
perdida de la vida de un hijo, la vida misma.
No
se puede más que tener a esta madre como siempre presente, con el máximo respeto
por sus profundos valores para con sus hijos, como ciudadana, como madre, como
mujer muy ajena al vil mercantilismo de este gobierno frio como el monstruo más
frio jamás creado.
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