Hace
mucho que la Filosofía fue la madre y nodriza de todo el saber. El árbol del
saber dio sus frutos que maduros cayeron al suelo fértil de las mentes humanas
y después de mucho tiempo surgió un bosque de ciencias incipientes, variadas y al tiempo fecundas e independientes
de su origen. Hoy día es común que la Filosofía sea desdeñada por las ciencias
y con mucha razón. El conocimiento certero de las Matemáticas y la Física con
todas sus ramificaciones han superado
al conocimiento filosófico. Y, sin embrago, la Filosofía no está muerta, por lo
menos no del todo, los físicos y otros científicos de común hacen filosofía y
no siempre de manera acertada. Les falta la disciplina filosófica. Aquí, es
donde se mira que la Filosofía puede seguir dando frutos, aunque de otra índole,
al filosofar sobre las ciencias particulares. El estudioso de la Filosofía debería
tener, por lo menos, el estudio de una ciencia particular a efecto de seguir en
la navegación filosófica por mares hasta ahora poco explorados. Que cosa tan
emocionante y sabia seria seguir la historia del movimiento desde Aristóteles,
pasando por Galileo, Newton y diversificar los horizontes hasta llegar a la
Historia del Tiempo y mostrar que la Filosofía no solo no ha muerto sino que
navega no solo como madre de todas las ciencias sino como amiga y compañera de
las mismas.
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