El derecho a criticar a los que critican
Interludio Román Revueltas Retes
2012-12-27
MILENIO
Estar contra el “sistema” te asegura
una legitimidad automática y te coloca sin mayores trámites en el campo de los
justos. Por ejemplo, ¿qué pasó con el movimiento #YoSoy132? Pues, que por el
mero hecho de repudiar públicamente a uno de los candidatos presidenciales se
ganó el incondicional afecto de los “progresistas” de este país. Y, a partir de
ahí, cualquier cosa que dijeran sus militantes, cualquier apreciación que
hicieran sobre cualquier asunto o cualquier infundio que propalaran merecían
inmediatos aplausos, bendiciones, loas y apoyos categóricos. Ves la plataforma
política de esa gente y resultan más bien inquietantes sus propuestas de
“democratizar” a los medios y de intervenir en cuestiones en las que, por
fortuna, papá gobierno se abstiene ya de meter sus inquisitoriales narices.
Tampoco parecen muy beneficiosos para la nación sus trasnochados rechazos al
libre mercado o la globalización.
Pero, en fin, el espíritu opositor
debe, y merece, ocupar espacios bien concretos en la vida pública aunque las
reclamaciones de los inconformes se formulen con un tremendismo que, creo yo,
no refleja enteramente la realidad política mexicana. Para mayores señas,
desconocer los logros de nuestra democracia no es una expresión saludable del
pensamiento crítico, sino una descalificación, tan artera como injusta, de los
esfuerzos que hemos hecho todos los ciudadanos para distanciarnos de un
pasado que, ahí sí, necesitaba de la más ardiente combatividad para ser
transformado.
Criticar el “sistema” es casi una
obligación del individuo idealista. Pero dinamitar las instituciones es una
cosa bien diferente. Si aceptamos reglas parejas para todos, desaprobar a los
dinamiteros resulta también un acto muy refrescante de libertad.
RESPUESTA
PRELUDIO
PRELUDIO
No solo los idealistas deben criticar al
sistema sino los que tienen la consciencia de la realidad deben criticar y
actuar en consecuencia en todo momento en la Res Publica (Cosa Publica), ya que
es de interés de todo buen ciudadano velar porque la política, la economía y,
todo lo concerniente a lo público sea administrado de manera general y de
manera adecuada y no para los intereses particulares.
Existen dos visiones principales en
pugna: la conservadora y la “progresista” como la llama Román Revueltas que yo
me permito llamar democrática. La primera pugna como siempre de que las cosas
no cambien y que si hay cambios sean solo en beneficio del Status Quo (del
estado en que) imperante y que trata de que los órganos que gobiernan, los
gobernantes, políticos, ricos económicamente y todo tipo de instituciones tales
como la iglesia, familia, educación y todo lo que ejerza poder sea mantenido en
las mismas condiciones de una manera acrítica, dogmática y servil; la segunda visión,
quiere en todo momento la transformación de todo ello, siguiendo la tendencia
razonable, según el momento histórico en que se encuentra determinada sociedad
y con miras al mejoramiento de lo político y económico en beneficio común de
una nación determinada. De manera somera eso es lo que está en pugna.
Resulta evidente, para mí, que Román
Revueltas está a favor del conservadurismo a ultranza. Añora la Edad Media. Y,
es por eso que está en desacuerdo con la democracia. Lanza sus ataques a todo
lo que se oponga al conservadurismo; lo hace con mera retórica, con dogmas,
casi nunca con razonamientos.
No veo de donde puedan tener asidero las
quejas infundadas de Román Revueltas contra los críticos del sistema. Hay
idealistas progresistas y hay idealistas entre los conservadores. Ahora bien,
como buen conservador Revueltas pide reglas justas y que los críticos del sistema
sean una especie de limosneros lisonjeros ante los logros democráticos que
hemos logrado, dice él.
Una democracia que ha venido creando de
manera sistemática a millones de pobres y a unos pocos muy ricos, a líderes
sindicales vitalicios y a sindicalizados sujetos a los caprichos de esos líderes
como si fueran vil ganado, que ha pactado con los delincuentes, porque el
gobiernos mismo en sus tres niveles ha sido infiltrado por políticos delincuentes,
que castiga al ciudadano con penas severas y a los ricos y gobernantes con
penas que mas bien son suaves regaños y que poco le importan sus ciudadanos, no
puede ser una sistema democrático como lo asevera Román Revueltas.
Todo este sistema político-económico hay
que dinamitarlo con acciones políticas pensadas y llevadas a cabo desde la soberanía
popular ya que hay dinamiteros afines al sistema que por doquier hacen saltar
sobre las conciencias libres toda la ideología conservadora para hacer callar y
tornar pasivos a los ciudadanos conscientes con el mito de que ya estamos en
una democracia y solo el pasado debía combatirse. Y, desaprobar y no tragarse
dicho cuento, es, un acto muy refrescante para la libre vigilancia de la cosa pública.
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