El amor es ciego, no,
el amor te hace ciego. El amor es una cosa cambiante a placer de los seres
humanos y bajo las reglas del sistema económico dominante. Quizá los resabios
de una época que más ha sobrevivido fatalmente, hasta la actualidad, con su ñoñería
y toda su dulzona parafernalia sea el Romanticismo mezclado con la idea liberal
de propiedad burguesa. Se liberó al ser humano de las cadenas del sistema medieval
para enterrarlo en la tumba sentimental del amor. La mujer se volvió propiedad del
señor tal o cual cuando no objeto. ¿Tiene otra interpretación el amor estilo burgués?,
¡Es tan dulce o Señor, vivir entre príncipes y princesas con esos peinados afrancesadamente
ridículos que yo daría mi vida por ello!, dicen al unísono los incorregibles y enfermos
de romanticismo. El romanticismo está todo afectado de falsa gracia y ceremonias
de mal gusto. Los dulces corazoncitos ven en la fidelidad romántica de por vida,
amor puro pero, no ven que en el fondo ello responde al sistema de propiedad
privada. Los hijos deben llevar como primer apellido el primer apellido del padre
para hacerle saber a la sociedad que es de su propiedad y que, por la línea paterna
se hereda. Claro que una pareja debe pertenecerse en tanto y cuanto sea por
voluntad y los hijos deben y de hecho pertenecen a los padres, sí, pero esto debe
ser como una consecuencia biológica y no como una consecuencia de la idea de
propiedad privada. Me da tanto horror ese amor que lo he puesto como uno de mis
pecados capitales.
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