Nacer
en la pobreza es tener un horizonte demasiado estrecho tan estrecho como una
vida llena de veredas que llevan siempre a los mismos lugares. No carece de
bendiciones nacer en el campo y ser campesino y en su defecto peón. Los olores
del campo se vuelven inolvidables. Las largas y pesadas jornadas forjan al
cuerpo y lo que podemos llamar espíritu al punto para los trabajos duros. Quien
tiene su mano de obra para vivir no importa más allá de ser un simple
trabajador que aunque siembre y coseche los alimentos de cientos de personas no
tiene menos importancia que las frutas y verduras que hace producir a la
tierra.
Se
le impide tener una consciencia social y particular. Los discursos políticos y
humanistas son palabras sin contenido tanto para los que los pronuncian como
para quienes van dirigidos. Las sociedades son rígidas en sus estructuras como
para pensar siquiera que la justicia. El pobre está destinado a ser pobre y
vivir bajo el engaño de justicia. Toda Republica (Res pública, Cosa pública), es
una ilusión en donde los ciudadanos no importan y entre ellos los campesinos
son los que menos importan. Los funcionarios públicos electos son los que
deciden bajo la mirada mandona de los ricos. Democracia, el poder del pueblo y
para el pueblo, es, una burla para las clases bajas.
Quizá
la gente que siente que pertenece a una capa social superior descargue sus
prejuicios y frustraciones contra el campesino porque representa la realidad de
una vida que no se quiere ver, que es vergonzosa y se sienta que solo son
cuerpos que merecen ser explotados hasta la muerte. Muertes silenciosas que se
van a la tumba con rezos de su gente y flores de su campo. Ese y no otro es el
homenaje que recibe todos campesino o peón pobre.
Por
lo menos tres décadas de implacable apertura agraria han dejado a los
campesinos fulminados. Las miradas perdidas sobre los campos improductivos presagian
la muerte del espíritu y el marchitar de los cuerpos. Sexenios van y sexenios
vienen con un esperanza en la que solo se cree por pura fe ciega que resulta al
final solo otra campaña más de la publicidad gubernamental.
En
primer y último momento se tiene a los campesinos en el manejo de arado, la
mirada perdida en la largueza del surco, en la mirada impotente sobre los hijos
que tienen, en la esposa que estoicamente vive a su lado. Hasta que la
desgracia los separe.
La
tierra allí está pero esta para millones ya muerta, improductiva. Antes de
entregar la tierra nuevamente a los ricos nacionales y extranjeros, legalmente
se desarraigo a los campesinos de la tierra, se empujó la espada de la justicia
hasta la empuñadura y se dejó que el espíritu amorosos por la tierra se
infectara. Después, de perdido el amor por la tierra la justificación de más
apertura a la inversión privada en el campo para que al campesino le vaya
mejor.
Muerto
el espíritu solo queda el cuerpo vacío que sin remedio alguno emigra hacia
tierras ajenas en donde solo su cuerpo curtido sirve para los trabajos más míseros.
Ese es el destino de los descendientes de aquellos que hicieron posible el
ascenso de la burguesía mexicana al poder. Si, una Republica representativa no
es más que la negación de la democracia.
Esa
conmovedor ver a los muralistas mexicanos sublimar la vida de los prehispánicos
y a los revolucionarios mexicanos hasta la idolatría. Se ponen en nichos y
altares a los símbolos de lo mexicano mientras soterradamente se cierran todas
las puertas para la verdadera democracia. Se negaron y se niegan en las normas constitucionales
la justicia social y todo bienestar para los campesinos. Toda democratización del
sistema político y económico necesariamente debe pasar por quitar la exclusiva
representatividad a los funcionarios públicos y abrir causas al ejercicio de la
democracia directa. Solo entonces volverá el espíritu a esos cuerpos vacíos y podrán
abrirse caminos hacia la verdadera justicia social para todos esos desposeídos
de todo espíritu, de todo humanismo práctico, de toda esperanza de tierra, de
esa tierra que les han hecho olvidar y dejar de amar.
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