De común se cree que el pensar
es un acto llano y al alcance de todos. Con todo existen grados de pensamiento.
El pensar común es obra de las generaciones pasadas y está allí cuando el ser
humano se inserta en una sociedad determinada. En gran medida nuestro pensamiento
esta ya predeterminado y por ende, nuestra actuación. La sociedad nos vuelve
comunes, nos quita nuestra unicidad bajo el manto pesado de los valores
establecidos, del pensamiento imperante, el arte, la música, las ideologías, la
ciencia y todo cuanto es cultura. Esos pensamientos están allí y
se nos imponen no porque sean valiosos para nosotros sino porque son
funcionales para el sistema político-económico-social.
Para tornar a recuperar su unicidad
el ser humano tiene que derrochar enormes cantidades de energía física y nerviosa;
repudiar todo lo que hasta un determinado momento ha sido. Solo de esta manera podrá
virtualmente recuperar la inocencia del pensamiento y reconstruir su propio
pensamiento y en casos, excepcionales elevar ese pensamiento más allá de lo común.
Pensar es gratis cuando no
invertimos ningún esfuerzo nuestro pues otros nos han insuflado las ideas que
suavemente bullen en nuestra mente. Con todo, cuando el pensamiento es nuestro
hemos de pagar un alto costo a costa de nuestro sistema nervioso, de nuestra
salud y aun con nuestra propia sangre. Tienen que desgastarse muchos buenos
cerebros para alcanzar determinados pensamientos valiosos y no es raro que
generaciones enteras cumplan es tarea hasta que llega el verdadero genio y con
su capacidad profunda y sintetizadora logra dar la idea terminada y elevada que
tanto se afanaron diversas generaciones. Recuérdese el caso de Maquiavelo,
estaba rodeado de poetas y literatos; el solo fue capaz de independizar la Política
de la Ética y dar un impulso mayúsculo a la primera de donde aún seguimos
abrevando.
Cuando les digan que el pensar
es gratis, desconfíen, les están mintiendo.
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