Si
creemos las palabras de cómo llegó a la política Juan Zepeda, haber tenido la
suerte de tramitar el permiso de una persona en su tierra natal para un negocio
acosado por la administración; su formación política en una especie de suerte
sin par; su adicción al programa “El Calabozo” tendremos un cuadro muy parco
sobre quien es, sobre su ser.
Ahora
bien, el Partido de la Revolución Democrática, es ya un cadáver, está muerto
para las grandes ligas. Pasó de partido de masas a partido de burócratas. En
efecto, al PRD ya no le queda otra opción que venderse al mejor postor con el
disimulo de las alianzas. Los dueños del PRD, los Chuchos han estado con un
bajo perfil. En este contexto ha surgido Juan Zepeda, con un entusiasmo propio
de quien se encuentra la hoya al final del arcoíris.
Si
el entusiasmo es genuino sin tomar en cuenta las circunstancias, Juan Zepeda es
un ingenuo; si tiene consciencia de los hechos, es un buen actor. Como sea,
Zepeda no tiene la mínima garantía de ganar las elecciones del estado de México.
La tierra más querida del priismo, la cuna de la tiranía no la perderán así
como así, sin echar la casa de la corrupción y de las malas artes por la
ventana de cada mexiquense. Que los priistas pierdan su mejor bastión político seria
el acabose, el clavo más firma en al ataúd político. Adiós el sistema corrupto
priista. Se terminaría toda una época que no sería posible resucitar. El PAN,
el PRD, el VERDE, Nueva alianza entre otros entraron al gobierno para reproducir
el mismo sistema. Con la llegada de la alternancia en el poder no llegó el fin
del sistema político corrupto sino su ejercicio pleno por los demás partidos políticos,
en concreto por las cúpulas de los mismos pues los militantes solo son y han
sido carne de cañón; siguen más pobres que con el régimen priista.
Lo
mejor del perredismo se ha ido; el partido ha quedado despoblado por el
desencanto por no haber podido ganar la presidencia de la república en múltiples
ocasiones y por la burocratización del mismo; ya hay pocos militantes activos,
su lugar lo ocupan los burócratas. Se tornó en lo mismo que combatió: una bolsa
de trabajo, en una burocracia que defiende más el trabajo, el sueldo que la democracia
y a la larga se ha perdido partido y pronto el trabajo.
En
este contexto surge este “Cid Campeador” que cabalga embistiendo a sus enemigos
políticos, haciéndoles retroceder, caer, quedar en ridículo como a Del Mazo. Ahora
bien, el candidato priista es una copia de la chabacanería, de la ignorancia, de
la política hueca e institucional que desconoce la picardía mexicana en la que
es diestro Zepeda y en la que cayó en el primer debate. Su cara y parálisis
corporal nos dio el espectáculo y respuesta.
Por ello, fue más necesaria la intervención de Enrique Peña Nieto y Eruviel Ávila
para tratar de rescatar a Del Mazo del circo romano, un cachorro de león tenía
la firme intención de devorarlo; eso no, a salvar al cachorro rosa.
Del
PRD se han ido los dirigentes más sobresalientes y piedras fundamentales del
mismo y se quedaron los más ambiciosos pactistas y colaboracionistas del régimen.
Los líderes del PRD, se han vuelto ricos y les importa un cacahuate la suerte
de su militancia aunque digan a los cuatro vientos lo contrario. En este
desierto de verdaderos liderazgos los líderes perredistas han soltado la última
carcajada, su última jugada, Juan Zepeda “El Cid Campeador”, que arrolle con su
ingenio a sus contrincantes y lo ha logrado pero con la frialdad necesaria
sabemos que esto es una ilusión; en primer y último lugar está el PAN, para
negociar con el PRI, para ganar las elecciones o pactar. Con Juan Zepeda, únicamente
se pueden ilusionar los ilusos, los inocentes, los poco seso, los desesperados que
lo ven cabalgar imponiendo terror imaginario. Las escaramuzas ganadas (Los
debates), que piensa Zepeda ganó, no son los determinantes para ganar las
elecciones; detrás de están los aparatos de los partidos y el suyo está de capa
caída, muerto para las grandes empresas. Pues
bien, Juan Zepeda regresa de Los Estados Unidos y encuentra un desierto y se le
ocurre que es el lugar y el momento de sembrar y cosechar las mieles de la
abundancia.
Juan
Zepeda, lo sepa o no, puede ser quien beneficie al PRI, en estas elecciones al
dividir el voto. Ahora bien, eso no sería más que un retardo para que se
termine este sistema político corrupto para bien o para mal. Terminará no por
deseos generales ni particulares sino por las necesidades reales de este
momento en que, las trasnacionales han tomado el poder político bajo su mando,
desplazando a los gobiernos y políticos del centro de la escena. El
presidencialismo surgió y sirvió durante el Priato, hasta 1994, y a partir de ahí
ha estado agonizando, solo la corrupción y loca ambición de los políticos le
han insuflado vida artificial. Pero la realidad exige que los ciudadanos
organizados entren en escena a lado de las trasnacionales para escribir el
siguiente capítulo.