“Salí de la
revolución como entré en ella,
pobre y convencido de haber obrado bien como
representante de
México y como ciudadano”.
Isidro Fabela.
Durante
la revolución mexicana y después de ella, los mexicanos en su mayoría, trataban
de construir un estado que fuera respetado con soberanía política y económica. El
Estado mexicano se formó con la ideología, los ideales y acciones de mexicanos
que sentían la patria como la médula que sostendría a la nación mexicana en su
devenir.
De
la revolución mexicana iniciada en 1910, surgen ideales sobre la educación de
las masas, la justicia, el reparto de tierras ejidales, la salud pública. Muy a
menudo muchos de los que intervinieron en la lucha armada perdieron la vida. El
régimen priista inicia su génesis en 1929 pero conserva los ideales que se
hacen realidad parcialmente por dos razones principalmente. La primera es por
ser muy difícil la realización de esos mismos ideales en cualquier circunstancia;
mucho más bajo las circunstancias tan precarias de la posrevolución. El mundo
del deber ser y del ser no empatan muy a menudo. La segunda razón es que, los líderes
de la revolución inician la consolidación del partido único de Estado y, a
conformar un grupo cerrado que gobernara con manos de hierro.
La dictadura de Porfirio Díaz, había dado la apariencia de orden y progreso tomado del ideario del positivismo de Augusto
Comte pero con el sello de la arbitrariedad. El entreguismo de Díaz favorecía a
las empresas extranjeras y, al grupo de allegados al dictador. Pero esa paz no
era otra situación que, sometimiento casi silencioso del pueblo. “El progreso
solo favorecía a los extranjeros y a la oligarquía mexicana; lo que convertía a
la República en un botín cada día vez apetecible”.
Hasta
la década de 1970 se mantuvo, con diversas variaciones, este ideario y con el
partido único de Estado en el gobierno. A partir de 1980 el gobierno de los
Estados Unidos educa, orilla cuando no ordena la imposición del nuevo sistema económico
donde el Estado mexicano ya no tendrá la rectoría de la economía mexicana. El neoliberalismo
aplicado por priistas y panistas es la contrarrevolución mexicana. Ahora, se
van a combatir todos los ideales de soberanía política y económica, abandonando
el patriotismo que será sustituido por el pragmatismo sin sentido pero nocivo
para el pueblo.
El
ideal de los políticos y gobernantes a la hora de privatizar es salir lo más
ricos posible con la mayor impunidad posible, Las reformas estructurales
implementadas por Peña Nieto tienen como finalidad la misma que Díaz: Favorecer
a los intereses de las trasnacionales y la oligarquía mexicana. La paz no existe
en la realidad; lo que ve y nos cuenta Peña Nieto solo está en su afiebrada mente.
Con todo, esto es mucho más grave porque los gobernadores han surgido como émulos
de Victoriano Huerta y el propio presidente es el símbolo de la corrupción e
impunidad.
En
este contexto, la República es un botín deseado por la oligarquía nacional y
extranjera. Todo lo público es un desastre sin ningún control. El presidente
funge más como el tonto del pueblo y como Gerente General de las
trasnacionales. La mayoría de gobernantes y políticos tienen como fin el alzarse
con la mayor tajada posible de lo público al privatizarse. La corrupción y la
impunidad son los sellos de estos gobiernos en sus tres niveles. Peña Nieto lidera
la contrarrevolución mexicana como un nuevo Victoriano Huerta.
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