viernes, 5 de mayo de 2017

BATALLA DEL CINCO DE MAYO




Los mexicanos hemos sido adoctrinados para vivir del pasado, de viejas glorias en donde tratamos de ver objetivado nuestro ser positivo. La realidad es que somos incapaces de planear un futuro y estructurar un plan para llegar a ese objetivo. La mayoría padecemos este sistema político corrupto y, a toda la clase política libre de sanciones correctoras, con la mayor impunidad; sin embargo, esperamos como casi siempre lo hacemos, a que ese cambio radical venga de otras personas, por parte de otros gobiernos o de la divinidad.

Nos gusta rememorar y en los recuerdos, en los ideales somos felices, nos contentamos con lo etéreo, lo intangible e inviable. Ni la clase política quiere en la realidad un cambio radical, ni lo desean los empresarios timoratos ni el pueblo. A pesar de todo, estamos viviendo en una incomodidad tolerable.  ¿Pensar para qué?, que lo hagan los europeos y nos determinen como nos han determinado desde la conquista. ¿Actuar para qué?, que lo hagan los estadounidenses (su gobierno) y que Dios nos proteja.

Tenemos una religión que nos a domesticado en el pedir, en el rezo ante la realidad; nuestro estoicismo nos fue impuesto por ello, esperamos la justicia, la libertad en el mas allá, la dura realidad es tolerable mientras se tenga la idea de una justicia eterna e infalible. Todo está prometido para los pobres. “Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico…”; ser rico es malo, ser pobre es una bendición.

¿Saber para qué?, eso es soberbia y dios no quiere soberbios sino seres humanos humildes (la palabra preferida de los cristianos), pues es la base de toda santidad y, yo diría santurronería mocha y malsana que no nos deja ver toda nuestra pasividad impuesta por un sistema religioso, por un sistema político, por un sistema económico no queridos ni pedidos sino enjaretados por todos los medios.  

Celebramos fechas para gasto y provecho de políticos y gobernantes corruptos que se legitiman, aunque sea por un momento, al presidir actos ya vacíos, sin sentido. Todos los ideales de la revolución, de la independencia, de la batalla del cinco de mayo han muerto y enterrados bajo el santo nombre del Neoliberalismo.

Es ya tarde, con todo, no demasiado tarde para dar batallas en todos los ámbitos de nuestras vidas. Es bueno recordar nuestro pasado glorioso mientras se siga la línea combativa; mientras se tenga un futuro avizorado y un plan preconcebido para alcanzar ese ideal


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