sábado, 6 de mayo de 2017

EL ESTADO HIPER MODERNO EN MÉXICO





PARTE SEGUNDA

INTRODUCCIÓN



El viejo y achacoso Estado moderno ha muerto, ha muerto de una muerte violenta pero oculta para no hacer sentir su extinción en toda su cruda realidad. Con todo, la retirada del gobierno de la prestación de bienes y servicios públicos ha dejado un vacío que ha sido inmediatamente ocupado por la delincuencia en todas sus modalidades. La nación mexicana se encuentra atrapada entre las actuaciones legales de las grandes trasnacionales que la obligan a trabajar y consumir sin descanso y las acciones ilegales de la delincuencia que no le dan tregua. En tales condiciones no puede desarrollarse ni la sociedad ni el individuo. Toda moralidad está sujeta a las cosas materiales. Quienes atesoran sin descanso bienes materiales se han vuelto buenos por excelencia (el ejemplo a seguir) y los pobres en indeseables que se toleran por pura necesidad del funcionamiento económico. El resultado un Estado caótico donde no hay gobierno que imponga el imperio de la ley ni bases para la sana convivencia nacional.

Los cambios políticos mundiales han forzado irremediablemente a cambiar la forma del Estado mexicano. Más de treinta años de Neoliberalismo no bastaron para ponerse a tono y, fue menester hacer reformas económicas pero no se hizo la reforma política que acotara la corrupción e impunidad del gobierno.

El Estado moderno ha dejado de existir y se ha iniciado el Estado híper moderno; en este contexto de cambio preñado de crisis es imperioso abandonar en lo fundamental el constitucionalismo mexicano que estuvo siempre al servicio de un sistema político totalitario y corrupto. No se trata de hacer tabula rasa; la ciencia del Derecho no se agota con sus desviaciones sino que se corrige y aumenta en la medida de las necesidades.

Por otro lado, las circunstancias exigen el auxilio de diversas ramas del saber y por lo pronto de la madre de todas las ciencias: la Filosofía Política de gran tradición que en el mismo contexto debe rigurosamente corregir los desvíos de los filósofos, la actualización de las teorías o de plano la creación de nuevas teorías que respondan y correspondan a la realidad factual actual.

Las grandes trasnacionales han tomado un lugar preponderante dentro del Estado híper moderno al grado de desplazar al gobierno respecto de la vida política y el marco constitucional donde la nación mexicana desarrollara a su vida pública y privada. El mundo se privatiza, eso significa que tiene dueño. Esa es la realidad.

Quizá y sólo quizá se deba de cambiar el concepto de soberanía por el de “voluntad general”, para designar el atributo que tiene o tendrá el pueblo como actor de reparto en este nuevo escenario y poder decir lo que tenga que decir, para bien o para mal. La moneda está en el aire y no se sabe a bien de qué lado caerá. Este es el punto central del problema que hoy padecemos en carne viva. ¿Qué sentido tiene la vida y que sentido se le pude dar?. La vida ente radicalmente primario donde todo tiene sentido: las cosas, los valores y los objetos ideales; hoy, está por debajo de lo meramente material; es decir, se ha vulgarizado y denigrado la vida. No es de extrañar que en este periodo de abandono de lo público por parte del gobierno haya masacres, desparecidos, tortura, injusticia e indiferencia por la vida humana y por la vida natural. No importa mientras las cajas registradoras no paren y los dueños del mundo vivan lejos del drama humano en sus propios y contradictorios dramas privados.

 Las luchas revolucionarias claramente han desaparecido de la vida de los pueblos como factores de cambio pero, no por ello, se debe abandonar la lucha contra los obstáculos que representa la acumulación de dinero, bienes y servicios por pocos mientras la mayoría recibe a cuenta gotas el sustento diario. Es paradójico que el fruto del esfuerzo general se quede en pocas manos mientras el hambre recorre las calles del mundo ordinario; allí donde habitan millones y millones de despojados de toda esperanza real.  Ese es el principal problema de nuestro tiempo y no hay forma de evitarlo.

Debemos encaminarnos a tratar de comprender las circunstancias actuales y tratar de encaminar el nuevo Estado hacia el camino menos peligroso para los seres humanos: la anarquía del gobierno, la corrupción de los políticos y la impunidad institucionalizada para la clase política.

La sociedad debe madurar sus nuevas formas de organización y debe entrar a la vida política con toda su libertad y toda su responsabilidad, creando y recreando la vida pública sin dar marcha a tras pues en lo le va el hoy y su porvenir.

Por mi parte he decidido a continuar el camino allí donde hice una pausa en mi anterior obra (El Fin del estado Moderno. El fin de la División de Poderes). Para mi es vital seguir y perseguir la realidad y tratar de dar una explicación y una forma, a lo menos incipiente de esta nueva realidad. Me es imposible parar aunque mi viaje sea en total soledad.



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