Una
tradición suele tener un motivo, un sentido, una razón de ser que se pierde con
el trascurso del tiempo pero se sigue practicando ya sin su razón de ser; tal y
como le ocurre al grito de independencia que no es otra cosa que un acto
oficial ya sin sentido. Lo que se logró de independencia se ha perdido con este
gobierno. Los Estados Unidos de Norteamérica son los que dictan la Política Exterior
de México así como su Política Económica.
Por
si esto fuera poco, las grandes trasnacionales nacionales y extranjeras ya
tienen los ramos de la economía fundamentales y, tienen sometido el gobierno
como al pueblo de México a su antojo. Es decir, nos gobiernan Los Estados
Unidos y las grandes empresas con Peña Nieto como Gerente General pero ya no
como presidente en la realidad aunque la Constitución General así lo señale. Hay
que atenernos a los hechos reales y, no a la formalidad ritual.
Hay
que ver como los gobernantes desde Peña Nieto hasta los presidentes municipales
dan ese grito muy lejos del pueblo y con soldados, policías y seguridad por todos
lados. Esta ya no es una fiesta del pueblo mexicano sino un rito para
entretener a la gente y contener a los descontentos. Peña Nieto no tiene ningún
reparo en gastar el dinero a manos llenas para acarrear a los más pobres entre
los pobres y, así poder dar el grito en un ambiente controlado. Sabe que sobre él,
pesa la condena de la impopularidad por su entreguismo al extranjero y su ambición
sin límites.
El
tradicional grito se debe suspender hasta que se vuelva a tener la mínima
independencia o, el trato menos vergonzoso de los gobiernos extranjeros y, de
las trasnacionales que tratan a Peña Nieto como lo que es, su empleado. Seguir
con esta tradición es estar bien ciegos y bien domesticados por el régimen totalitarista
y represor sin posibilidades reales de cambio.
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