Una
mirada profunda al Estado mexicano, nos revela como los integrantes del partido
único de Estado, lograron casi detener el avance y desarrollo del Estado
mexicano. Durante mucho tiempo el régimen priista fue ultra conservador, pocas
reformas que tendieran a darle a los ciudadanos la libertad y por ende, la
democracia. Todo se oficializó con ritos pomposos en las celebraciones de la
conquista, de la independencia, de la revolución, de la expropiación para que los ciudadanos se extasiaran
con hechos pasados y no miraran el presente ni buscaran un futuro posible.
El
pensar y en el hacer fueron haciéndose uniformes al grado de no variar
sustancialmente sino únicamente en lo accesorio, en los accidentes. Esto permeó
hasta los rincones más apartados del territorio nacional para que el Partido único
de Estado pudiera desplegar su tiranía sin verdaderos obstáculos y críticas.
El
arte como el Muralismo fue utilizado para entronar al pueblo y ponerlo libre de
cadenas en grandes escenarios mientras se le ponían otras cadenas más fuertes a
través del Presidencialismo que en su totalitarismo, alcanzó su máximo desempeño
al moldear la forma de vida nacional.
La
labor totalitaria del régimen tenía menester de encapsular a la nación mexicana
y, la solución fue crear tres grandes sectores que abarcaran al pueblo en su
conjunto. El sector campesino fue con mucho el mas numeroso ye le mas
importante; el sector obrero era la fuerza en los actos oficiales con su método
corporativista y el sector popular donde caían todos aquellos que no formaran
parte de los dos sectores anteriores; ambulantes, comerciantes, profesionistas
independientes, estudiantes, oficinistas y todo lo imaginable.
Los
intelectuales estaban al servicio del régimen, no había libertad de pensar
propiamente dicho. En consecuencia, da la impresión de ser este régimen una
semejanza a la Edad Media, con sus salvedades pero con una vida profundamente
lenta, casi inmóvil, dogmática; era como ver una fotografía cada seis años en
la cual los disidentes no salían.
El diseño del Estado mexicano no correspondía
a la vetusta idea de Montesquieu, pues el Estado mexicano tomó su propio camino
con el Presidencialismo que no es otra cosa que, la supremacía de presidente de
la república por sobre los otros dos órganos, es decir, hubo un solo órgano concentrando
todo el poder soberano. Bien, bajo este contexto hasta los constitucionalistas
y demás estudiosos del Derecho se cuadraron ante el poder político casi
omnipotente y siguieron fielmente el camino marcado sin salirse de lo
principal. Cierto es, que diferían en cosas accidentales pero en todo momento estaban
doctrinariamente sosteniendo el régimen priista. Al leer a los más granados
constitucionalistas y autores de obras de Derecho Constitucional que, han
estado dando vueltas en el mismo circulo laberintico sin poder encontrar la
salida. Es como ver una fotografía que plasma lo dramático de la quietud.
Hoy,
las circunstancias han cambiado radicalmente y quien no se mueve no sale en la fotografía,
dicen los romos políticos pero no podemos dejarles a los políticos el problema de
la reconstrucción del Estado mexicano pues, son incapaces de crear o construir
o reconstruir el más simple rompecabezas.
El
Neoliberalismo ha obligado al gobierno a dejar sin verdaderos programas asistenciales
al pueblo mexicano; lo mismo ha pasado con el Derecho Agrario y el Laboral, han
sido modificados para que los ciudadanos queden desnudos, indefensos, solos
ante el mundo pero también les ha dado libertad, esperando que no hagan uso de
ella pues es peligroso. Bien, si esto es así, son los ciudadanos los que tienen
la obligación y el derecho de proponer, poner y decidir la forma y contenido de
ese nuevo Estado.
El
pueblo de México, y en especial los jóvenes mexicanos han puesto en práctica su
poder y han sentido ese poder en acción no como mero formalismo sino como la más
vivida expresión de un pueblo vivo con todo su poder soberano que avasalló a
todo el aparato caduco estatal en sus
tres niveles y, que a fuerza de tiranía se quiere acallar, ocultar mandando a
toda esa legión a la vida cotidiana, a la muerte política. Espero que esos jóvenes
se tornen maestros de la sospecha y activos creadores de la política pues su
inactividad nos condena en buena parte a seguir bajo el yugo del régimen priista
ya muerto y como se dice de común, ninguno sabe lo que pesa el muerto más que
quienes lo cargan. Y, para ser sincero, no estoy cansado pero no es de mi
agrado la tiranía.
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