Las
desgracias humanas nos muestran hechos y actos que están ocultos a la vista
durante la vida cotidiana; simplemente están
latentes pero no se pueden ver. El sismo de este diecinueve de septiembre de
dos mil diecisiete, mostró plenamente que, la sociedad civil es mucho más dinámica
y solidaria ante este tipo de desgracias. El gobierno, en sus tres niveles
simplemente llegó tarde, cuando ya los ciudadanos tenían el control del rescate
de los afectados.
La
política tiene como fin central la obtención del poder y su conservación. Para
ello, al gobierno le es menester tener el control de los medios de comunicación
de todo tipo; para eso tiene un presupuesto que llaman de “comunicación social”
que en realidad es todo un aparato para manipular al pueblo. Las empresas más
grandes son destinatarias de contratos millonarios para que, las noticias se
digan de tal o cual manera acerca del gobierno para que este parezca virtuoso
aunque la realidad sea totalmente diferente.
Inmediatamente
la realidad se impone sin ninguna concesión, se ve la fragilidad y vulnerabilidad
del gobierno ante la actuación de la población en masa. Simplemente todo el aparato
gubernamental se ve lento y es rebasado. No es casual que el gobierno de
Enrique Peña Nieto y gradualmente los dos restantes niveles vayan limitando y después
desplazando a la sociedad civil, si esta se da cuenta de su poder, el gobierno estará
perdiendo su poder y razón de ser.
Que
el pueblo ignore su poder, que siga pasivo, que no pase a la acción y si pasa
es imperioso detenerlo por medio de acciones autoritarias a como dé lugar es el
fin de primordial del gobierno. Los gobernantes y políticos están dispuestos a
dar concesiones para calmar al pueblo. Inicialmente, el presidente del
Instituto Nacional Electoral, se había negado a que, parte del presupuesto
destinado a los partidos se aplicara a la reconstrucción y atención a los
afectados, con el pretexto de que, “se cometerían delitos”. La presión social
en las calles y en las redes logró lo que parecía imposible que, los
presidentes de los partidos más importantes se pronunciaran por ceder parte de
ese presupuesto y hasta Lorenzo Córdova aceptó a buscar una salida legal para
que esto fuera viable.
Por
desgracia, pasado el momento trágico, los ciudadanos vuelven a su vida
cotidiana y se olvidan de su poder. Sin embargo, ese poder no puede desdeñarse
ni es menor sino el verdadero poder soberano del pueblo y, cuando este se
decida de manera rápida y fulminante puede cambiar el régimen como en la revolución
mexicana de 1910; basto un poco más de seis meses para que un régimen que había
durado más de treinta años cayera irremediablemente, Porfirio Díaz renunciara
y, finalmente tomara el Ypiranga rumbo a Francia.
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