jueves, 21 de septiembre de 2017

EL CIUDADANO EN LA HÍPER MODERNIDAD




Las épocas cuando se terminan lo hacen por lo general, en medio de crisis y las crisis generalmente se padecen pro se entienden poco y muchas veces no se entienden. Los gobernantes y políticos en su ignorancia pues son pragmáticos, no atinan a dar respuesta a las demandas reales e inmediatas, están cuadrados a la antigua de mala manera; se han convertido en una clase parasita muy alejada del pueblo, de la realidad.

Se ha terminado la postmodernidad y se ha iniciado la híper modernidad. En esta época todos los bienes y servicios para la vida deben costar, por ello, se deben privatizar y se ha dejado a los ciudadanos abandonados a su suerte ante la actividad de las grandes trasnacionales; el gobierno aunque sigue siendo designado constitucionalmente actúa mas ya como una Gerencia General al servicio de las grandes empresas.

¿Tiene sentido habar de pueblo como soberano?, ¿Qué papel juegan los ciudadanos en este contexto?. Claro que tiene sentido hablar del pueblo como soberano. El ciudadano es el centro de toda actividad en virtud de estar solo y abandonado a su suerte por el gobierno en sus tres niveles. Se terminó el gobierno paternalista. Se ha modificado todo el marco legal para que, los ciudadanos no tengan ya protección como trabajador, como campesino, los dos rubros más amplios y castigados de la economía.

Los servicios antes públicos se han privatizado y se seguirán privatizando para que los ciudadanos paguen la educación, la seguridad, la salud y todos los rubros aunque sean fundamentales para el desarrollo del pueblo. Esto es perverso porque siendo servicios públicos ya habían sido creados y funcionaban con los impuestos, es decir, con dinero público pero al pasar al sector privado se pagan estos servicios a mayor precio. Lo que costó a muchas generaciones construir se pasa al sector privado tan rápidamente que, no hay forma de dar marcha a tras de inmediato porque no se entiende a cabalidad sus consecuencias. Es un verdadero despojo legal pero moralmente indebido.

Pero esto no queda en este punto. Si los servicios deben costar, para sujetar aún más al pueblo mexicano los bienes nacionales corren la misma suerte, se privatizan a través de concesiones a 30, 50 0 99 años con la posibilidad de volverse a concesionar si el negocio es bueno, en caso contrario se vuelve la responsabilidad al pueblo para que, con dinero público, es decir, del pueblo se haga el saneamiento de todo el desastre dejado por el sector privado. Las trasnacionales no son responsables de la contaminación, sobreexplotación, destrucción o afectación social y, mucho menos son culpables es decir, no se les puede castigar.

¿Todo está perdido?, no, precisamente al estar los ciudadanos abandonados y, a merced de los gobernantes, políticos y trasnacionales, deben organizarse y darle su pleno sentido a su soberanía a través, precisamente de los ciudadanos que, organizados deben exigir buenos gobiernos y que se normen a las trasnacionales para hacerlas responsables y, en su caso culpables de sus hechos y actos.

Los ciudadanos deben pasar de ser pasivos a dinámicos e inmiscuirse en la política, en caso de no hacerlo las cosas no pueden más que empeorar agravando la crisis política y económica pues aunque, en apariencia son rubros diversos, están íntimamente ligados. La tarea no es fácil ni sencilla. Formas de organización hay diversas, en organizaciones no gubernamentales, Asociaciones civiles sin fines de lucro y todas las formas que puedan los ciudadanos crean sin dejar las tradicionales pero con un nuevo cariz; los ciudadanos en forma individual son el centro de toda actividad.

Así, pues, los ciudadanos deben tomar consciencia de su abandono por parte del gobierno pero también de su poder individual y colectivo para imponer su poder soberano, tanto a las trasnacionales como al propio gobierno. No hay que echar las campanas al vuelo ni claudicar en la lucha. Es difícil pero se ha visto que la presión social en las redes sociales y en lo físico dan sus frutos, encaminando la dirección de la política, de la ayuda solidaria, tanto del gobierno como de empresas. Pero tal ganancia social no es definitiva ni total. En consecuencia el pueblo debe estar vigilante y en permanente acción contra gobierno y trasnacionales.

Antaño, eran los obreros los que se oponían a la clase burguesa en la llamada lucha de clases; sin embargo, las trasnacionales han puesto a campesinos, obreros, amas de casa, estudiantes, trabajadores independientes, empleados, es decir, a todo el resto de las clases sociales como objetivo de su actividad de rapiña y despojo; en consecuencia esa lucha es ya entre los pueblos y la burguesía. Por ello, el poder soberano aunque mermado debe rehacerse para combatir a las trasnacionales y gobierno.


El temblor ha sacado a la luz la ineficiencia de los gobernantes, la mezquindad de los políticos, los excesos negativos de funcionarios como Lorenzo Córdova, la ruindad de algunos mexicanos, pero sobre todo la solidaridad ante este tipo de tragedias. Si esta misma solidaridad se opusiera a gobernantes, políticos y trasnacionales no podría soportar el empuje vigoroso del pueblo. Imaginen las consecuencias cuando el pueblo se ponga de acuerdo y no obedezca leyes y ordenes absurdas o contrarias el interés del pueblo o que se niegue a comprar determinado producto de una transnacional o quitar del puesto a determinados políticos corruptos. El gobierno de Peña Nieto se quiere mostrar como líder en esta tragedia sin querer reconocer que fue la sociedad civil la que respondió y sigue respondiendo ante las necesidades de todo tipo. Este solo pensamiento de tomar acción debe espantar a gobierno, políticos y trasnacionales. Pero la palabra y la acción la tienen los ciudadanos en particular y, el pueblo en general.  Ya se verá.


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