Al
gobierno de Peña Nieto le cae a las mil maravillas los desastres naturales y
los días festivos; los primeros le dan la pauta para pasar por bondadoso y
solidario a través de la aparición en fotografías, imágenes, la radio y televisión.
Toda la maquinaria publicitaria oficial y oficialista se pone al servicio para
lucrar con el dolor, la muerte de los damnificados con multiplicidad de
promesas que se quedaran en eso, promesas. Los días festivos sirven al gobierno
para exaltar un patriotismo muerto por el mismo gobierno, la sensiblería se
anima para que el pueblo más ignorante acuda a ver los desfiles, las fiestas y,
evidentemente a participar en ellas para que se sienta la pertenencia momentánea
a una identidad falseada. De esta manera se atempera la toma de gobierno por
los corruptos como Alfredo del Mazo o se hace olvidar la corrupción del propio
presidente, quien respira y hasta se siente inspirado para seguir en el último
año de su gestión.
Todo
el territorio mexicano se dispone como una gran verbena popular en donde se
toleran excesos de bebidas, quema de cohetes, festejos a balazos y ríos de alcohol
con tal de hacer sentir un poco de alegría de las viejas glorias mexicanas. El control social se hace evidente con un gran
gesto presidencial y un suspiro de alivio de todo el gabinete.
¿Quién
podría sentir este gran fraude a la nación si se extiende el patriotismo vulgar
como una mentira vertida en los ojos del pueblo?. El pan y el circo romanos se han
trocado todo un calendario de festejos oficiales y no oficiales para distraer
lo suficiente al pueblo como para que no pida cuentas al gobierno. Cada fiesta
es un engaño más y un escenario donde se ejecuta el escapismo de los corruptos.
El
triunfo de la contrarrevolución mexicana está asegurado con la participación activa
en la tradición hueca. Los valores y anhelos de la revolución están muertos por
la privatización de los bienes y servicios públicos. Una gran borrachera nacional
nos espera este 15 de septiembre como cada 15 de septiembre desde hace ya mucho
pero la cruda realidad no desaparecerá con cada nueva borrachera nacional.
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