Los
mexicanos padecemos los sexenios y, la idea y práctica de durar las
administraciones seis años no es de ninguna manera buena idea y mucho menos
buena práctica. Los espartanos elegían dos gobernantes por un año y ambos compartían
el poder. Todos los gobernantes tenían que, verdaderamente entregaban cuentas
al pueblo con grandes consecuencia en caso de haber mal gobernado. No había excepciones.
Todos los ciudadanos atenienses participaban en la cosa pública y eran
examinados sus gobiernos con toda puntualidad. Los romanos elegían, durante la
republica un gobernante por un año y que rendía cuentas. Las consecuencias eran
duras pero se mantenían las virtudes públicas.
En
el caso de los aztecas era un cuerpo colegiado el cual escogía el Tlatoani, el
gobernante; el mismo debía de ser virtuoso, valiente, bien educado y, ejemplos
hay muchos. Muy a menudo los extranjeros mal informados piensan en los pueblos prehispánicos
como torpes, salvajes y barbaros; eso es grave pero es más grave que los
propios mexicanos ignoremos el pensamiento y practicas virtuosos que tenían los
pueblos originarios. Es una lástima, una lástima.
La
historia prehispánica es de fábula, maravillosa pero se desconoce; incluso los
mismos españoles nos lo cuentan a través de Hernán Cortés, Bernal Díaz del
Castillo, después los sacerdotes hacen un excelente trabajo hasta donde
pudieron en las condiciones de prejuicios, dogmas y limitaciones de todo tipo.
Los historiadores de los siglos posteriores han ido confirmando los hechos históricos.
William H. Prescott tiene prejuicios religiosos de todo tipo; claro, esto no
merma en lo fundamental su obra sobre la historia de los prehispánicos. Se ha
mentido, se ha adulterado la historia, los hechos para justificar la dominación
del pueblo mexicano. Esto debe terminar.
Tal
parece que a los mexicanos nos gusta
simular, mentirnos, dejar que lo malo rija nuestra vida. La clase gobernante lo
sabe y usa la simulación, la mentira para decir que bien gobiernan cuando la
verdad es todo lo contrario; la corrupción se extendió como efecto de esa simulación,
de esa mentirnos. A la par que se enterró el Estado moderno en México, ese
Estado de bienestar que, ciertamente no daba para más; sin embargo, al
privatizarse lo público era menester que no hubiera control judicial ni legal
para frenar esa corrupción. Hoy están surgiendo nuevos ricos entre la clase política.
Una azafata, un arribista, cualquiera, aunque no tenga ninguna virtud pero si
una gran ambición puede hacerse rico en una sola administración.
Los
extranjeros no lo saben pero los mexicanos sabemos que el sexto año o el último
año de la clase gobernante, se le dice “El año de Hidalgo, que chingue a su
madre el que deje algo”, es decir, es un año para toda clase de ilícitos. Hay ejemplos
en los cuales, los presidentes municipales, gobernadores e incluso el
presidente de la república se llevan hasta los bienes muebles. Es una vergüenza.
Enrique
Peña Nieto, tiene su último año; su año de Hidalgo a pesar de haber sido
corrupto desde el primer día de su administración. Sus largas cadenas de
mentiras son una vergüenza nacional. A la clase política no le importa vivir en
la indignidad porque su ambición desmedida tiene un único objetivo: acumular la
mayor riqueza material aunque la cabeza la tengan vacía, por desgracia.
No
pueden entender que existe un valor llamado dignidad y que la vida puede
vivirse dignamente. Sin dignidad humana no es posible desarrollarse, crecer
como personas ni como pueblo. Hace falta que los mexicanos les importe la
dignidad humana. Que lo crean en serio, a profundidad y de manera permanente.
La sociedad civil debe cambiar pues es la única fuente de donde podrán venir
las soluciones. Esto, claro, no va a ser fácil ni a corto tiempo pero entre más
rápido se decida el pueblo a cambiar y, en especial los jóvenes de ambos sexos,
se podrá cambiar, en caso contrario, esto seguirá podrido. Seguirán las
mentiras en lugar del buen gobierno. Lo público seguirá siendo campo de batalla
de la clase política corrupta.
Peña
Nieto, no hay duda nos miente pero tiene todo un aparato de publicidad que
trata a toda costa de maquillar la realidad y, lo logra con los más pobres e ignorantes
por su pobreza extrema. Por si esto fuera poco, hay toda una clase de
periodistas que son afines al régimen de Peña Nieto.
La
maquinaria electoral está en movimiento, y, tan luego el Partido Revolucionario
Institucional elija a su candidato Peña Nieto pasara a las penumbras pues ya no
importara el, sino los posibles ganadores de la presidencia de la república. En
ese momento su camino se iluminara para que se vaya a las riveras del olvido.
Ya no importará su administración sino que, se vaya con toda impunidad para que
el régimen sobreviva. La clase política es la más interesada en que el régimen tenga
continuidad para seguir viviendo como zánganos de lo público con un pobre, vergonzoso
e indigno desempeño.
Al
pueblo le corresponde romper con este mal y, dejar la vida indigna para que, radicalmente
volvamos a una vida digna. Lo material no es desdeñable siempre y cuando haya límites
a la acumulación privada de riquezas y se tenga en la mira el arte, la buena política,
la ciencia, la filosofía y toda la frondosa riqueza cultural que subyace bajo
las ruedas del Neoliberalismo. A muchos nos debe importar la dignidad humana.