jueves, 20 de julio de 2017

LA FALTA DE LEGITIMIDAD



Era una tradición lisa y llana, nacida del Priato, que los presidentes de la república fueran impuestos por el presidente en turno. No hacían falta dos fundamentos: la legalidad ni la legitimidad. La primera es llegar al poder en el contexto de las normas electorales de manera justa y, la segunda la creencia colectiva aunque no absoluta de que, quien obtenía el poder político era merecedor del mismo.

En un buen tiempo la legalidad no hacía falta porque el Partido Revolucionario Institucional, tenía el control casi absoluto del Congreso General, de los Congresos Locales, Gubernaturas estatales, municipales y hasta de inspectorías y se hacían leyes a modo para el partido único de Estado. Por si esto fuera poco el presidente de la república designaba ministros de la Suprema Corte de Justicia y era juez que calificaba las elecciones  a través de la Cámara de Diputados que se convertía en Colegio Electoral. El poder el jefe del ejecutivo federal era inmenso, cuasi todopoderoso.

La legitimidad corría la misma suerte, quien era designado por el presidente como su sucesor era el ungido y como tal estaba obligado a pagarle con amor el amor recibido, cuidando que todo lo mal habido que se llevaba por su enorme corrupción no fuera cuestionado y así sucesivamente. Sin embargo, la vida es dinámica y cambia se quiera o no; con el paso del tiempo el sistema presidencialista se fue resquebrajando paulatinamente hasta que tuvo que entrar en franca competencia con otros partidos y se vio que la legalidad se tenía que cambiar y que la legitimidad si importaba.

Desde 1988, la legalidad aun cambiada se le torcía hasta hacerla pasar por buena y se consensaba con algún otro partido como lo fue el Partido Acción Nacional y la legitimidad se trabajaba desde un inicio para que el que llegaba a la presidencia de la república pudiera trabajar sin mucha oposición o esta fuera parcialmente nulificada. Tales fueron los casos de Carlos Salinas de Gortari quien llegó con serios cuestionamientos legales pero tan luego se alzó con el poder arremetió contra el líder del Sindicato de los Petroleros Joaquín Hernández alias “La Quina”, a quien le inventó delitos (Estos no significa que fuera un ángel), y lo encarceló; misma situación ocurrió con Ernesto Zedillo Ponce de León,  tan luego se vio empoderado persiguió a su antecesor que se tuvo que autoexiliar y quien cayó en su manos justicieras fue Raúl Salinas de Gortari. Aun a falta de legalidad se podía gobernar apuntalando la legitimidad.  

Con los dos presidentes panistas fueron fieles herederos de esta bonita tradición y, se les reprocho lo mismo. Fox perdió el rumbo, se volvió banal y dicharachero. Felipe Calderón inició una guerra, según sus propias palabras y hundió a México en un baño de sangre. En resumen no supieron como medio legitimidad sus gobiernos. De la legalidad ni hablar.

Con Peña Nieto no les importó la legalidad y emulando a Carlos Salinas de Gortari dio su “Quinazo” en la persona de Elba Esther Gordillo su otrora cómplice y aliada. Como cuento de hadas, al principio todo le resultaba a las mil maravillas y, hasta fue nombrado por Time, el Salvador de México, pero  todo esto era una simulación pendiente de alfileres que no soportaron la realidad y se les cayó el teatro. La falta de legalidad y el no haber podido apuntalar bien su legitimidad le cobró un alto costo político a Peña Nieto. Hasta llegar a ser el presidente con menos porcentaje de aprobación, entre un 13 y 18 por ciento.

Esto da pauta para aseverar que el sistema presidencial ha muerto de manera irremediable y que la falta de legalidad y legitimidad son dos puntales que no se pueden ya evadir impunemente. Con Peña nieto el Partido Revolucionario tiene y tendrá su debacle y, no se necesita ser adivino sino seguir los hechos históricos y los actuales para darse cuenta hacia dónde va la realidad factual. Peña nieto quisiera gobernar en los años dorados del priismo pero eso es imposible, y, si a esto se le agrega su infinita ignorancia y falta de contacto con la realidad se puede decir que es el enterrador oficial del presidencialismo y del priismo pues ambas instituciones van de la mano.

Lo anterior significa que el pueblo mexicano debe crear una nueva forma de gobierno con bases legales y legítimas con base en su poder soberano, mermado si pero aun con poder decisorio. Ha muerto el estado moderno donde había todavía serios resabios de paternalismo estatal y se debe crear el Estado híper moderno donde el ciudadano sea la piedra angular de ese ente.


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