domingo, 23 de julio de 2017

LA CRISIS EN EL ESTADO ES UNA CRISIS EN LA VIDA




Enrique Peña nieto representa el Estado mexicano querámoslo o no, para bien o para mal, en este caso para mal. El sistema presencial funcionó, en detrimento de los ciudadanos y, en favor del partido único de Estado, el Partido Revolucionario Institucional, por alrededor de 65 años (1929-1994) y desde 1995 ha venido muriendo no sin antes dar sus tremendos coletazos. Esta bestia-sistema no morirá sin darnos muchos dolores de cabeza.

El Presidencialismo es la respuesta contrarrevolucionaria que dieron los caudillos que quedaron vivos después de la revolución. Al inicio pareció que se harían realidad los anhelos del pueblo mexicano de libertad, “Sufragio Efectivo no Reelección”, “Tierra y Libertad”, de democracia, justicia, trabajo, seguridad pública, educación pero después de Lázaro Cárdenas se afianza el objetivo totalitarista del PRI e inicia el periodo de madurez del régimen priista a través de todos los métodos de sometimiento que van desde la tortura, la desaparición forzada, el asesinato, la lay fuga, las detenciones arbitrarias, la guerra contra los grupos disidentes y demás recursos puestos al servicio del partido en el gobierno.

Así las cosas, el Presidencialismo no es otra cosa que el poder político casi absoluto puesto en manos de un partido a través del presidente en turno. Aquí, se rompió con la teoría de la “División de Poderes”, de Montesquieu que, en teoría aseguraba que cada uno de los órganos de gobierno: Ejecutivo, Judicial y Legislativo fueran independientes cada uno ejerciendo sus facultades; el ejecutivo administrando, el Judicial, impartiendo justicia y el Legislativo, haciendo leyes; con sus respectivos pesos y contra pesos de poder político para alcanzar el equilibrio; todo en armonía para que el individuo se desarrollará en armonía con el Estado, dentro del Estado. Sin embargo, esto no fue así, el ejecutivo se abrogó para si Las facultades de los órganos judicial y legislativo y, se tornó en el motor político y económico del Estado mexicano. En adelante decidiría y pondría Ministros de la Suprema Corte de Justicia, Senadores y diputados de la Federación y Locales, gobernadores, presidentes municipales, líderes del partido con toda una gama enorme de facultades en las leyes secundarias.  Todopoderoso.

Para ello,  se agrupó a toda la nación mexicana en tres grandes sectores: el obrero, el campesino y el popular, fuera de estos sectores la vida simplemente no podía funcionar ni se permitía. Todos los objetivos de la revolución mexicana se vieron frenados paulatinamente hasta ahogar al pueblo en una dictadura. Pasamos de la dictadura personal de Porfirio Díaz, a la dictadura de un partido único de Estado. “Una dictadura perfecta” la llamó; Mario Vargas Llosa, porque entre otras cosas daba apariencias de democracia, de libertad, de justicia, de libertad de prensa etc. Pero en el fondo era una dictadura camaleónica.

Hasta 1994 con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el Priato funcionó a las mil maravillas, después inició su declive aunque no se notaba a simple vista. Carlos Salinas empujado por la presión social tuvo que recular respecto de la guerra desigual que desató su gobierno contra los zapatistas. Nos querían engañar de entrar  al primer mundo y los zapatistas nos despertaron de esta ilusión. El Presidencialismo mostraba ya signos de agotamiento. En otros tiempos digamos los años sesentas y setentas del siglo pasado el gobierno no se hubiera detenido contra los zapatistas.  Los hubiera masacrado. Los tiempos son dinámicos aunque las apariencias sean otras.

Ernesto Zedillo Ponce de León heredó sin quererlo el problema de los zapatistas y el error de diciembre. Los partidos políticos de oposición, principalmente el PRD y los ciudadanos no cejaban ni cejan los últimos, por terminar con el dominio de la corrupción del Partido Revolucionario Institucional. Zedillo Ponce anunció entonces la “Sana distancia entre el PRI y su gobierno”, para apaciguar al pueblo. Pero esto fue una bonita declaración porque inmediatamente depuso a la presidente nacional del PRI y puso a uno de su agrado. Pero la “Sana separación”, fue una burda simulación de Zedillo. Ningún gobernante va a renunciar el método más antidemocrático si este le beneficia a él, y, a su partido. Queriendo fortalecer el Presidencialismo lo minaban los propios priistas.

Los dos sexenios que tuvieron los panistas fueron una copia exacta de los priistas pero con el toque de locura de Vicente Fox y la insana administración de Felipe Calderón con sub guerra santa para tratar de imponer un régimen teológico “El reino de Dios en la tierra”, la llaman los panistas. El Estado laico sufrió un lamentable embate pero también el Presidencialismo. Estos dos partidos PRI y PAN hacen lo imposible porque el Presidencialismo muera y no les importan los medios sino darle vida artificial en la mayor corrupción posible mientras privatizan los bienes y servicios públicos.

Con todo, iba a ser la entronización de las trasnacionales la que le iba a dar su golpe más duro al Presidencialismo. Las grandes trasnacionales al tener el poder económico doblaron prácticamente al gobierno mexicano y lo forzaron a privatizar todos los bienes y servicios públicos y con ello desplazó la rectoría económica que tenía el Estado y se instalaron como los nuevos actores principales muy por encima del gobierno.

Estos dos factores: la pérdida de la hegemonía política  y la rectoría de la economía por múltiples razones (la diversidad política, la inconformidad de los ciudadanos, la corrupción institucional, la apertura de México al mundo etc.), fueron las razones por las cuales se extendió la factura de muerte al Presidencialismo.

Es paradójico que Enrique Peña Nieto, tratando de mantener el poder político a través de la corrupción y los fraudes electorales sea, al mismo tiempo el último que abandonará el escenario y apagará la luz de este sistema.  Y, esto no es únicamente un vaticinio hueco sino la conclusión hacia donde nos lleva todo el análisis de los hechos.

A las grandes trasnacionales no les importa la democracia, la justicia y todos los valores existentes por el contrario les estorban. A lo que le tienen miedo y temor es a la ideología y, a la práctica de los derechos ciudadanos, la ecología, el humanismo, la conciencia de que no hay un lugar donde ocurrir si terminamos con este mundo.  Por ello se permitió al panismo pues no sólo no representaba peligro alguno sino que era el perfecto medio para proseguir privatizando.

A espaldas de Peña Nieto y su mundo perfecto, la realidad dinámica está en plena dialéctica pues al empoderamiento de las trasnacionales se le oponen los ciudadanos híper individualizados; estos se deben organizar para dar la lucha en pos de que se pongan en vigencia leyes que limiten la acumulación de la propiedad privada por medio de todas las formas lícitas e ilícitas: de la misma manera se impida a las grandes trasnacionales la contaminación de la naturaleza, la explotación indiscriminada de los recursos petroleros, minerales, acuíferos, de flora y fauna.

El Presidencialismo ha muerto pero hace falta quitar al presidente de en medio o nulificarlo pues es un estorbo para poder construir el nuevo Estado híper moderno con sus instituciones adecuadas y funcionales para la vida social política y económica de los mexicanos.

Es seguro que Peña Nieto ni siquiera sospeche que es un títere de las grandes trasnacionales su incorregible ignorancia le impide ver tras bambalinas y sigue creyendo que con sus fraudes electorales y la impunidad ha restaurado el Presidencialismo, pues las apariencias para él, son la realidad real.

Es irónico que, sintiéndose el salvador del priismo, del sistema político y del Presidencialismo, sea Peña Nieto quien le puso los últimos clavos al ataúd con sus reformas privatizadoras a toda una época. Peña Nieto no entiende un carajo de lo que pasa, son claras sus limitaciones para entender la realidad. En diversas ocasiones se ha perdido sobre el discurso y lo único que le queda es la improvisación chabacana. Los presentes le aplauden no porque tenga la razón o sea el mejor histrión de México sino por un simple rito tradicional pero en el fondo saben que el presidente está perdido al verlo divagar, al verlo penosamente improvisar con una sonrisa estúpida.

Cada presidente es el símbolo de su sexenio y se ha tenido la desgracia de tener en los tiempos de mayor crisis al peor presidente preparado para enfrentar los grandes retos nacionales. Como símbolo de su sexenio Peña Nieto pasará como el más incompetente, el más traidor a la nación, el más ignorante, el más vanidoso, el más corrupto y como el enterrador de toda una época y un Estado, el moderno. Por lo pronto el Estado corrompido está en plena crisis y esta se refleja en la vida daría de los mexicanos.


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