Los
burgueses, nacionales y extranjeros, se han imaginado ingenuamente que basta
con imponer un marco jurídico a la vida social en el Estado para salvar todo
tipo de obstáculos y de esta forma seguir un camino de jauja sin límites. Tal concepción
simplista es refutada en la realidad. Pueden hacer todo el dinero y negocios
que quieren pero, la realidad les pasará factura inmediata sin ulteriores
protestas o reticencias.
Desde
hace, más o menos treinta años, la gran burguesía ha tratado de mil maneras de
penetrar y manipular el jugoso mercado nacional mexicano moldeándolo a su modo
a través de los tecnócratas forjados al calor de las Universidades de los
Estados Unidos de Norteamérica. Los resultados han sido desastrosos. Imponer un
cambio económico sin un ajuste necesario
en la política y empezando por esta, ha sido su error. Por otro lado, la aceptación de seguir con la vieja política
revestida de nueva política, de nuevo Derecho, de protección a los derechos
humanos por parte de la nación mexicana
ha sido su punto de quiebre. Ninguna nación puede esperar el desarrollo más
o menos equilibrado desatendiéndose de la política y del Derecho.
En
medio de estos dos rubros están los
gobernantes y políticos mexicanos como una antigualla mezclados con la propia decadencia
que han generado: los carteles de las drogas y la delincuencia organizada. Ya
no es posible separar el gobierno de este tipo de delincuencia. El resultado será
siempre el fracaso en la política y en la economía. Los grandes empresarios solo les queda el híper aislamiento,
el anonimato en virtud de la ausencia
del Estado de Derecho (para efectos de comprensión uso el término Estado de
Derecho sin que esto se confunda con el Estado), sin que haya seguridad en las
inversiones.
Treinta
años de ensayo y los gobernantes y políticos
se han separado del pueblo. No representan más que a los intereses de las grandes trasnacionales y
ellos mismos han adquirido un espíritu empresarial apto solo para enriquecerse
con la privatización de lo publico en colaboración con los narcos y terminando
por volverse ellos mismos narcos y delincuentes de todo tipo.
La
burguesía apática, floja, descuidada y pagada de sí misma se ha imaginado que
la Ley abstracta todo lo puede conducir y arreglar; el gobierno ambicioso e
ignorante imagina y pone en práctica la retórica hueca como motor de cambio;
los políticos solo hayan la corrupción como la única política para llegar al
poder y gran parte del pueblo ignora como instaurar el Estado de Derecho democrático
para poder transitar hacia la Híper modernidad con la consciencia del
compromiso con la ecología, con lo social, con la educación, con la seguridad pública,
esto significa una nueva responsabilidad ciudadana y gubernamental. En México,
los grandes burgueses no pueden
libremente ser inversionistas sin corrupción; los gobernantes son por momentos
gerentes generales y por momentos los aplicadores de la Ley del Garrote; los políticos,
empresarios de la corrupción, del crimen y el pueblo general, instrumento pasivo
de la economía, de la demagogia, del crimen, de su propia ignorancia y apatía.
La
burguesía ha creído que puede manipular a su antojo las leyes y al pueblo de México
poniendo e imponiendo las condiciones de gobierno sin querer darse cuenta de
que incuban su propio mal. Con este gobierno lleno de oportunistas de viejo
cuño y con estas leyes que no combaten la corrupción sino que la alientan no podrán
tener éxito las reformas Neoliberales y serán dañinas para todos, aunque los
grandes empresarios ganen dinero a montones ya que eso los vuelve cómplices y víctimas
de este sistema de gobierno. Total que este sistema no ha podido y, mucho me
temo que no aspira a ensamblar al
pueblo, al gobierno, a los políticos, a los empresarios dentro de un Estado democrático
donde las leyes sean claras y equilibradas con apego al respeto a las garantías
individuales, a la observancia de los Derechos Humanos y a la dignidad humana.
Se han imaginado, erróneamente, los burgueses que la acumulación de grandes
riquezas es el único fin en la vida y con ello se han convertido en ignorantes,
ridículos y en estorbos para el desarrollo humano.
Allí
va un sexenio más de intentos, de ensayos, de barruntar la fuerza y de
desperdicio sepultado por la demagogia oficial y la indiferencia ciudadana, incapaces
de cambiar de tonada mientras los burgueses afilan mandíbula.
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