El gobierno federal, el
gobernador de Guerrero, gobernantes de los demás estados y del Distrito Federal
y la clase política son responsables y culpables del estado lamentable en que
se encuentra la nación mexicana y hago la puntualización de este término “nación
mexicana” para diferenciar entre gobierno y gobernados.
Es bien sabido que el Estado
moderno se constituye fundamentalmente de territorio, gobierno y población.
Pueden añadírsele algunos elementos y polemizar los mismos; sin embargo, no es
mi intensión entrar en discusiones estériles con relación a meros tecnicismos.
Mi intención es hacer notar que la democracia que tanto pregonan los
gobernantes y políticos está ausente de la vida nacional y en los diversos
integrantes del pacto federal y el pacto no escrito de impunidad que existe
entre gobernantes y políticos.
Es evidente que no bastó con
la alternancia en el poder, el desplazamiento del partido de Estado, el Partido
Revolucionario Institucional por el Partido Acción Nacional ni la llegada al
poder del Partido de la Revolución Democrática al Distrito Federal y a otros
estados de la Republica ni la llegada de otros partidos a los gobiernos
municipales para alcanzar la democracia en México. Los políticos llegaron para
rapiñar lo público en su beneficio particular.
Si lo anterior, pasó en el ámbito
de los órganos ejecutivos, es decir, la administración de lo público, en el
rubro de los órganos legislativos, estos son meros títeres del presidente de la
Republica y de los gobernantes de los estados integrantes de la federación y del
Distrito Federal que solo han servido para
imponer leyes contrarias a los intereses generales de la nación mexicana.
Los órganos judiciales
siguen la misma línea ya que están el servicio de los gobernantes en turno y no
es raro que sirvan como Tribunales de consigna para mantener a los luchadores
sociales en las cárceles y fuera de ellas a los más terribles delincuentes.
Además de los tres órganos (Ejecutivo,
Legislativo y Judicial), el Estado mexicano ha
creado instituciones como el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Federal
Electoral a nivel nacional y sus correlativos a niveles estatales para simular
que las elecciones son democráticas cuando en realidad la corrupción en todas
sus modalidades es lo que se despliega efectivamente para llegar al poder en los
tres niveles de gobierno.
La seguridad pública está
totalmente infiltrada por los delincuentes y el crimen organizado y está al
servicio de los criminales o de los gobernantes según sea el caso para la matanza
de luchadores sociales, estudiantes y de todos aquellos que se interpongan
contra el gobierno o contra los
narcos y demás delincuentes.
La Comisión Nacional de los
Derechos Humanos y sus correspondientes estatales y del distrito Federal sirven
para simular la protección de los derechos humanos de la nación mexicana y aun para
servir como justificadores y encubridores de los excesos de gobernantes y políticos.
Los gobernantes de los
estados integrantes de la Federación se han convertido en sátrapas tiránicos y represores
que siguen el modelo federal tiránico, escudándose en una supuesta soberanía de
los estados que gobiernan. Este ha sido el discurso de Ángel Aguirre gobernador
del estado de Guerrero para seguir aferrado al poder, respaldado por el PRD de
una manera vergonzosa.
No se crea que la mayoría de los mexicanos somos corruptos o
estamos de acuerdo con las actuaciones de los órganos de gobierno, de las
instituciones y dependencias del gobierno. La mayoría de la nación mexicana será,
si se quiere, apática por voluntad
propia y mucho por el moldeamiento de un sistema político corrupto y represor
que utiliza todas las formas imaginables e inimaginables para seguir sosteniéndose
en el poder en un sistema político anacrónico y nefasto. Este sistema político mostró
su rostro verdadero, el de antaño: autoritario, represor y asesino solo que
maquillado de democracia y acrisolada por los demás partidos. Esto es de
dominio público pero el terror desatado por el gobierno en sus tres niveles impide
su modificación por las vías institucionales, de Derecho o a través de la política
por obvias razones. Los órganos e instituciones están dominadas por completo
por los políticos de todos los partidos y son el botín en disputa porque se
sabe que controlar las instituciones es, controlar el poder y su llegada al
mismo.
El Estado mexicano no está fallido, lo está
el gobierno en sus tres niveles y el órgano legislativo en sus tres ámbitos pero
la nación mexicana, a pesar de sus limitaciones y apatía es, la única que puede
intervenir en la política para
desechar lo inservible y crear e imponer las formas democrática en el
gobierno y legisladores a nivel federal y estatal y en el Distrito Federal. Si
la nación mexicana estuviera fatalmente fallida todo lo que se hiciera sería inútil
y todo estaría perdido. Por el contrario, se ve que existe la oportunidad
positiva de que las cosas cambien y que estos cambios se den a partir de las
masacres de Tlatlaya, perteneciente el estado de México e Iguala, Guerrero, en
donde el gobierno federal y los gobiernos de estos estados y el presidente municipal de Iguala Guerrero son responsables directos
de estos hechos delictivos. Y, es precisamente la sociedad civil la interesada
la que debe dar cabal seguimiento a las investigaciones e imponer la democracia
a efecto de evitar nuevas masacres y crímenes por parte de gobernantes, políticos
y demás funcionarios públicos.
La declaración de Ángel Aguirre, de ser solo
el pueblo de Guerrero, el que puede decidir sobre su permanencia en el
gobierno, es anacrónica y vil ya que en un mundo globalizado ya no solo
interesa a los gobernados específicos a los que les interesa el buen gobierno y
la aplicación efectiva de los derechos humanos. Eso ha quedado debidamente rechazado
con las manifestaciones del pueblo de México y de otras naciones, de organismos
internacionales y gobiernos de otros Estados; todo ello documentado y con esto
se refuta el discurso cínico y banal de Ángel Aguirre.
Enrique Peña Nieto, Ángel Aguirre, la
dirigencia del Partido y todos los involucrados y responsables de estos hechos delictivos
han desplegado el mismo discurso bajo variaciones sin importancia, mencionando
que se investigará y se hará justicia tope donde tope y caiga quien caiga. Esa
es una vileza ya que no existen las leyes adecuadas ni los órganos ni
instituciones independientes ni justas
para lograr tales objetivos. Este discurso es una trampa para que no se llegue
a la justicia y un dique para la democracia. No basta con castigar a unos
cuantos para que se logre imponer la democracia sino que se debe cambiar de
fondo todo el sistema político, sanearlo, separarlo del narco y lograr la independencia
de órganos e instituciones bajo la supervisión ciudadana de manera permanente para
que se pase de un sistema político anacrónico y tiránico a un sistema político democrático
y ciudadanizado en donde los gobernantes y políticos realmente se sometan a la acción
de la justicia de forma efectiva. No permitamos ese discurso oficial que es,
solo un discurso del olvido, para que no se investigue y que el sistema político
no cambie.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario