Al parecer las revoluciones han muerto y los
cambios políticos. Los fines sociales deben de transitar otros métodos y por
ende otras vías. El pasado inmediato y el análisis del mismo da la visión del
futuro general inmediato. Los medios violentos han dado poco a la nación mexicana
con respecto a los fines perseguidos. El inicio violento pero balbuceante de independencia culminó
en 1821 y durante todo el largo lapso se pensó que este objetivo se había
logrado; con la implementación del Neoliberalismo (La supremacía de las grandes
trasnacionales sobre el Estado moderno), el Estado mexicano ha vuelto a caer en
la dependencia política con otras características.
Con las Leyes de Reforma y la guerra civil (1857-1860)
se creyó que el Estado mexicano se había separado del Estado mexicano; con
Carlos Salinas de Gortari, en el año de 1992 se volvió a dar injerencia legal
(la de facto nunca desapareció), a los teólogos
y en especial a los altos jerarcas católicos.
La revolución mexicana (1910), reaccionó en
contra de la dictadura de Porfirio Díaz
y se creyó que se había alcanzado la democracia y hasta se dijo que la Constitución
General de México era una de las más avanzadas del mundo; hoy sabemos que es la
fuente de corrupción y de impunidad.
Lázaro Cárdenas intentó una independencia económica en el rubro energético y casi lo logró pero el Priato escamoteo los fines de la revolución,
creando tres grandes sectores que aglutinaron a la sociedad mexicana y el Partido
Revolucionario Institucional, siendo una parte de la nación mexicana representó como el todo. Se creó un sistema casi absoluto que no permitió
ser fracturado por la vía armada. Pareció
la dictadura Perfecta y no resultó tan perfecta. Nadamos entre dos riveras: a
la orilla de las fuentes de la democracia y en las duras aguas de la tiranía. A
la manera de Sísifo esa perece ser la maldición de la nación mexicana por
querer la libertad, la justicia y la democracia. Carga la enorme piedra de la dictadura
de los partidos y cuando ya casi alcanza la cima vuelve rodando hacia la sima la pesada carga.
La expropiación petrolera terminó a manos de
los herederos del Priato, los tecnócratas Neoliberales y no
les está yendo como creían. Sin embargo, la Historia humana no conoce vueltas atrás
en su devenir y se tendrá que transitar esta época (Híper-modernidad) según la nación mexicana de respuesta a los obstáculos
que encuentre o se le impongan. Entender el momento histórico es el inicio de
la respuesta a ese mismo momento y su siguiente.
El nadar entre dos riveras es una dialéctica política
que debe superar el pueblo mexicano; es por decirlo así, la prueba de su mayoría
de edad. Todo proceso tiene sus virtudes y defectos, sus intentos y fracasos que se deben superar. Solo los desencantados
inactivos prejuiciosos creen que ninguna cosa tiene sentido más que su
amargura. Una buena idea una acción positiva puede resultar ineficaz,
insuficiente pero no invalida. La suma consciente seria la respuesta inicial.
Respecto a los medios y a los métodos se
deben ponderar que las vías violentas hasta ahora no han logrado la
independencia económica, política y religiosa
y sin descartar la revolución armada (Esta se dará o no, según las
circunstancias), se deben probar las que están a la mano e incluso crear otras.
Hasta ahora la protesta social y en las redes ha mostrado su eficacia, aunque
contingente en el tiempo y los hechos. No se trata de tomar las armas y salir a
disparar contra los gobernantes, políticos y burgueses, eso es muy simplista e
ingenuo. Sospechamos que este método no nos ha permitido abandonar las riveras
del desencanto y la amargura y, con todo, no se debe ni se puede dar marcha atrás
a la lucha ni abandonar la razón a capricho.
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