El actual gobierno priista no ha entendido que
las mentiras como base de la política ya no sirven; esto, a pesar de que, se
tenga toda la fuerza represora del Estado. Todavía, en el gobierno de Carlos Salinas,
las mentiras se mantenían como base del discurso oficial. Con todo, el régimen salinista
recibió un tremendo golpe del cual ya no podría levantarse: el levantamiento
zapatista en Chiapas. Mientras Salinas de Gortari, sostenía que, estaba, como
un todopoderoso, a México hacia la tierra del maná, hacia el llamado primer
mundo, levantándose Salinas como el nuevo padre de la patria, la refutación le
llegaba el primer día del mes de enero de 1994. Se declaró el Estado de excepción
y se enviaron todas fuerzas militares disponibles. El fin era matarlos a todos
en caliente. La sociedad civil salió a las calles y el gozo de Salinas se fue
al pozo. Poco después llegaría el desastre financiero. Ambos padres del
monstruo: Salinas y Zedillo lo repudiaron. Ninguno fue, según ellos,
responsable.
No es aventurado decir que, la política del
priismo y panismo son las mentiras: Acteal, Aguas Blancas, Atenco, Tlatlaya, San Fernando, Ayotzinapa y
la lista esta larga como los más de setenta años de Priato. No obstante lo
anterior, los priistas siguen empecinados en mantener las mentiras como forma y
fondo de la política. Nunca se imaginaron que, la realidad podía cambiar.
Con Ayotzinapa, el gobierno en sus tres
niveles, trató de construir una verdad como se construye una fachada, un engaño
barnizado de “verdad histórica”. Dicha verdad no resistió el peso del
escrutinio, de la crítica y el análisis. No importó cuanto apuntalaran ese
edificio torcido que, en todo momento amenazaba en colapsar y colapso,
aplastando al vetusto Murillo Karam. El acta de defunción de las mentiras como
surtidoras de verdades de todas clases se extendió. Esto no lo entendieron los
priistas. Total Peña Nieto había sido exonerado por Virgilio Andrade; esto debería
servir para subsanar la credibilidad perdida. No había tal.
En el rubro de narco el gobierno sigue la misma
senda: la de las mentiras. Se escapó el Chapo Guzmán y se hizo toda una
pantomima. Caro Quintero fue liberado y goza de cabal libertad. Aunque,
capturaron al primero la credibilidad gubernamental quedó completamente
destrozada.
Gobernadores corruptos como José Murat, los Duarte,
los Moreira, Fidel Herrera y falta espacio para poner a todos los pillos en la
lista, trabajaban activamente para abonar al descrédito gubernamental y en
concreto al priismo. Las elecciones del 5 de junio 2016, parecía un escenario
adecuado para mostrar que los votantes priistas estarían a favor del régimen de
mentiras. Manlio Favio Beltrones, sobrado y como un auténtico capo todopoderoso
anuncio que ganarían nueve de doce elecciones estatales. La realidad lo golpeo
como ni siquiera sus padres lo habían hecho. Perdió siete de las doce
elecciones. ¿Quién tuvo la culpa?. La iniciativa de Peña Nieto sobre las bodas
gay. Ninguna victoria es para siempre y ninguna derrota tampoco lo es para
siempre, sentenciaba el mofletudo dirigente priista.
Nunca han reconocido los priistas que el
descrédito y la perdida de elecciones tienen sus base en las mentiras y la corrupción
congénita priista. Por todos los medios han tratado de hacerse responsables los
priistas de su corrupción y mentiras. “Somos el partido más competitivo” ha
dicho. Claro, no confeso que eran competitivos en la corrupción y las mentiras;
sin estos elementos serian el Partido Verde, solo unos gavilleros de lo público.
Muchos eventos siguen pasando como la detención
de los líderes de la CENTE y se sigue usando las mentiras para justificar
dichas detenciones. No dudo que, pudieran haber cometido delitos los dirigentes
magisteriales. Eso no lo es importante. Ninguna persona con la mínima
inteligencia les cree. La nación mexicana ha cambiado, los priistas se niegan. Las
risas, los rostros, las muecas de incredulidad en los lugares públicos y
privados son el pan de cada día. El gobierno ciego como un topo sigue con su
perorata barata. El sexenio ya se terminó, las mentiras siguen y siguen como ríos
de agua pestilente que no va a ningún lado.