Tenemos
una excelente prensa y mil comunicólogos críticos relamidos hacia afuera, cómplices
del tirano de su propia tierra. Están muy bien pagados y bien abastecidos con
una lengua diaria que gastan sin parar en denostar lo ajeno son como un solo
ojo miope que está imposibilitado de verse así mismo. Luchan día y noche contra
tiranías lejanas mientras lisonjean o callan ante su majestad con los ojos
tiernos y llorosos. Del chayote ni hablar, les cala en su dignidad. Van pavoneándose
por el mundo de ser conocedores de diversas lenguas y de toda verdad existente.
Se deleitan cada noche, tomándose de rodillas, un buen trago mientras
solitariamente ven sus relojes y su ropa fina, admiran sus perfiles e imaginan
estar en el Olimpo; sin embargo, forman parte de la gran calamidad nacional que
nos aqueja.
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