En México la democracia es
evitada y burlada una y otra vez como si esto fuera lo normal, lo sano, lo
bueno para el pueblo. Los políticos hacen campaña prometiendo el oro y el moro.
Decretan la bienaventuranza como si sus palabras fueran todopoderosas y estas
tuvieran las facultades de cambiar para bien la realidad.
No bien llegan al poder los políticos hacen su
santa voluntad sin tomar en cuenta al pueblo. Hacen reformas sin consensar y
que son contrarias a los ofrecimientos que hicieron en campaña; es decir, rompen
sus promesas y burlan impunemente al pueblo. Se escudan, esgrimiendo el Derecho
Constitucional y como esto no es suficiente para afianzar sus excesos, ponen toda
la fuerza del Estado en contra de todos los ciudadanos que, al darse cuenta de
la burla, se manifiestan en contra. No tardan en caer las primeras víctimas del
mal gobierno en turno. No importa cómo. El mal gobierno, a través de sus
testaferros inmediatamente pone los medios más bajos que van desde las amenazas
hasta las desapariciones forzadas, pasando por la fabricación de delitos y
siembra de pruebas. Es la barbarie maquillada de legalidad.
Las
votaciones no deberían ser la patente de Corzo para que los políticos hagan lo
que se les pegue la gana y aleguen que es la voluntad soberana las que los
justifica. De manera alguna. Las votaciones solo son el indicador de quienes
van a ejecutar la voluntad popular mas no la voluntad soberana misma. Los políticos
para alegar que, es la voluntad del pueblo la que ejecutan deben poner a consideración
de los electores un Plan Nacional de Desarrollo o la Plataforma Electoral por
medio de la cual pretenden ser electos. Y, de ser aprobada dicho Plan o
Plataforma y, en caso de que lleguen al gobierno que sea constitucionalmente
obligatorio implementarlos. Claro está que, esto no puede ser rígido hasta la
estupidez pero, no se podría bajo cualquier pretexto variar a voluntad propia
de los gobernantes y esto, solo podría ser en caso excepcionales.
Las
consecuencias para los gobernantes que no acaten, la voluntad popular, tendrían
que estar sujetos a procedimientos, administrativos, civiles y penales, según sea
procedente. No se les puede dejar la conducción nacional a los políticos ni
gobernantes sin que tenga intervención directa el pueblo. Ya se han visto las
consecuencias: pobreza extrema, corrupción e impunidad en sus máximos excesos.
El
sistema político mexicano está diseñado para burlar por completo al pueblo sin
ninguna consecuencia legal alguna. Dejar que los gobernantes dirijan a su
antojo es el peor error del pueblo mexicano. Hacen lo que quieren. Ya sabemos cómo
se cocinan en el Congreso Nacional las leyes a modo para darle la vuelta a la soberanía
nacional. El presidente envía las iniciativas y el partido en el poder hace y
deshace en detrimento del pueblo bajo las artimañas de los legisladores afines
y cuando no, hace alianzas de las más extravagantes para lograr sus fines:
alzarse con lo público.
Que
palabrería, que burla es esa, la que esgrimen los gobernantes al escudarse,
diciendo que es la voluntad popular la que los respalda. No sé y no conozco de
un solo pueblo que elija gobernantes para ser empobrecido, castigado,
amenazado, violentado en todos sus derechos humanos, así como garantías
individuales. Se cae inmediatamente su retórica hueca al simple análisis de sus
conductas. Por todo ello, se debe reformar la constitución y regular los planes
electorales y que, estos al ser aprobados por el pueblo sean obligatorios con
todas sus consecuencias jurídicas.
De esta forma burda
pero efectiva ha sido burlado el pueblo. Es hora de iniciar a ponerle fin a
siglos de trapacerías, pillerías, delitos de todo tipo en la que se han
regodeado los políticos, gobernantes y particulares que han hecho de lo público
un botín personal. Toda esta estructura ha sido creada y, recreada durante
muchos sexenios y está diseñada para que cualquiera advenedizos, los más burdos,
los más ambiciosos, los sin escrúpulos, los psicópatas y demás retorcidos tengan
éxito en la consecución de pasar la riqueza publica a sus haberes privados,
dejando una estela de destrucción, corrupción y bajo la bendición de la
impunidad.
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