Recuerdo
haber tomado consciencia de mi existencia mirando a los demás. Fuimos como un
bosque frondoso, lleno de fuerza, de vitalidad. Generaciones anteriores y
posteriores nos circundaban con su propia fuerza y vitalidad. Miradas desde
lejos parecían generaciones perennes. No se veían grietas por ningún lado o quizá
era la inconsciencia colectiva.
Espaciotemporal
es nuestra escena. Hablamos de la extinción de otras especies o de los
dinosaurios sin ver nuestra propia ruina. Avanzábamos con la vitalidad juvenil
y de pronto nos separamos al salir de la escuela secundaria. Ingresamos a la preparatoria. Nuevos escenarios,
nuevos maestros y amigos. La idea de la educación bailaba en las mentes de
nuestros padres mientras nosotros plácidamente vivíamos. ¡Que época!. Flores, música
y amor inocente.
El
bosque se había desarrollado y lucia en todo su esplendor. Ninguna cosa parecía
mover o conmover la vida. Con todo, las noticias pronto llegarían y no serían
buenas, de modo alguno. Un árbol había caído a lo lejos aniquilado por el
hachazo moral del infarto. Los rostros se congelaron. ¿Qué había pasado?. El
estupor lleno por completo a todos los demás. No hubo respuesta. Todo fue un
misterio y sigue siendo un misterio. Sabemos lo básico de la vida. El fondo
misterioso es inescrutable aun para los ojos más agudos.
El
tiempo pasó y tomamos el puesto de los viejos. Ahora dirigiríamos el mundo y el
sistema nos dirigiría a nosotros. Nos engañamos cuando creemos que tenemos
fines propios. Todo no es impuesto por el pragmatismo económico. La vida está
bajo la rueda de los bienes y servicios. Somos hámsteres que trabajan incansablemente hasta la locura y
las enfermedades nerviosas. Locos de amor y de felicidad nos damos la cabeza
contra muros imposibles de franquear. Ya ni siquiera tenemos en la mira la
inquietud del Existencialismo. Lo damos todo por hecho y por derecho.
Pero
una rápida mirada ideal sobre el bosque frondoso nos da una revelación han ido
cayendo sin parar una buena parte de sus integrantes. Asesinatos, muerte
natural, hachazos en forma de infartos, alcoholismo, drogadicción y mil formas más
tiene la muerte. Y, eso es precisamente lo que contiene la vida: la muerte. La
vida y la muerte nos son correlativas en el sentido más amplio y profundo; la
muerte es lo que le pasa a las vidas concretísimas. La muerte está contenida en la vida.
Mientras
más se desforesta el bosque los que quedamos avanzamos con la prisa de quienes
saben que el final e acerca. Ser. Queríamos ser y quizá tarde lo entendimos. Quizá
no tan tarde. El objetivo está a la vista. Ser y deber ser a la forma de
nuestros antepasados. Caballeros tigres y águilas. Rápidos. Fulminantes. No nos
aterra la muerte sino no ser en nuestros propios términos. Flor canto llevados
a otro nivel y otro significado sin perder su inigualable base.
Miramos
el futuro y él nos mira a nosotros como diciendo, “Bien han llegado hasta aquí y
¿qué más?. Avanzamos sin dudarlo y en nuestras mentes suena y resuena “y ¿qué más?,
sonreímos abiertamente y nosotros contestamos “y ¿qué más?, mientras enfilamos
nuestros pasos hacia nuestro objetivo. Cerca la meta cerca la muerte. ¿Qué llegará
primero?. No se pude saber y eso le pone emoción al momento, nuestro momento. Quizás
el ultimo y decisivo. Adiós bosque frondoso donde nacimos y crecimos a la
sombra de nuestros pares. Nos enfilamos nuestros pasos hacia nuestro objetivo.
Nos miramos los que quedamos. Reímos. El día es maravilloso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario