domingo, 22 de mayo de 2016

VIDA Y VIDA



El sujeto se sentó ante el ordenador. Un cierto escrúpulo con relación a su vida. Anteriormente, (cuando era joven), solía ir con su madre a la iglesia y oír toda la letanía con sus correspondientes golpes de pecho, la culpa mea, las buenas intenciones, el consabido regaño sacerdotal y las hincadas de rigor. Después, su madre murió y hubo que apañárselas solo. Fue muy duro. Su madre había sido su hombro y apoyo en todos los sentidos.

Veinte años después, la economía de súper producción y de súper consumo lo tenía acorralado. Sus pocos amigos se habían casado o simplemente ido en busca de mejores caminos; el, no tenía otra opción que, seguir batallando día a día y salía con empate al se sentía medianamente feliz como para visitar el bar de costumbre. Había conseguido un título universitario y trataba de sacarle todo el jugo posible. (“Araras la tierra”),  (“Conseguirás tu pan con el sudor de tu frente”), era la cantaleta del sacerdote por lo menos una vez al mes durante más de veinte años y parecía una maldición; araba y sudaba en demasía para conseguir su pan diario, sin oportunidad de que le alcanzara para alimentar una mujer y menos hijos.

Bien, aquí estaba frente a la pantalla brillante, pensando en salir de su casa o tomarse el alcohol barato mientras consumía las horas posteando imágenes sin sentido o atrapaba una conversación con alguna persona interesante a distancia. A sus casi cuarenta años, empezaba por no entender del todo la vida. Antes, por lo menos había reuniones con personas que conocía pero, ahora, su vida virtual era tan importante o quizá más que su vida real. Era muy importante poner la mejor fotografía de uno mismo con el mejor perfil y sonrisa. Las sienes se le empezaban a blanquear y su corte de pelo era anticuado. En muchas ocasiones había pensado en cambiar todos estos rubros pero las costumbres estaban bien arraigadas y su madre era la responsable. Papa, mama.

Su vida solitaria lo consumía y lo volvía histérico, nervioso en el mejor de los casos; su vida virtual era vacía y sospechaba que inútil; sin embargo, no había a donde ir. La vida real era demasiado dura y solitaria y la virtual demasiado sospechosa. No había de otra que ir de una a la otra, según se presentara la ocasión. Ingresó a una de las redes sociales sin mucho ánimo. Cogió la botella de alcohol barato y dio un largo trago. Un calor interior animo su cuerpo magro, dos tragos más y su mente estaba con la mínima disposición para iniciar una relación, previos trámites virtuales.


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