Un
Estado como el mexicano que gasta más en partidos políticos, que en órganos de impartición
de justicia; en imagen de los gobernantes; que en educación; que consagra la corrupción
como aceite de la maquinaria estatal y la impunidad como estandarte de
gobernantes y políticos y que adopta la moda de la cultura del narco no puede
ser más que fallido desde el punto de vista que se le vea. El régimen jurídico solo
ha servido para sostener la corrupción e impunidad porque no tiene la intención
de la justicia sino de la injusticia y la impunidad en los tres órdenes de
gobierno y de todos los partidos. Un régimen como este no puede ser más que una
cascara vacía, sin sentido para la vida.
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