viernes, 4 de agosto de 2017

EL FIN DEL RÉGIMEN PRIISTA




Hay dos corrientes políticas que están tratando de imponerse en sustitución del régimen priista. Una es impulsada por la auténtica izquierda mexicana y quiere la democratización de la política, la otra por los seguidores del régimen priista, a pesar de ser de derecha (PAN), de una supuesta izquierda (PRD), o del partido en el gobierno (PRI), que quieren el continuismo del régimen priista con sus cambios mínimos.

El régimen priista estaba basado dos vertientes; en el totalitarismo político pues el presidente era el único que iniciaba el movimiento electoral, erigiéndose como el gran elector ya que elegía además de su gabinete a gobernadores, senadores, diputados al Congreso General, a todos los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, presidentes municipales, diputados de los Congresos Locales y gobernaba el, entonces, Distrito Federal a través de un regente.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, era prolija en darle facultades al presidente y por si esto fuera poco, las leyes secundarias le otorgaba muchas más facultades que lo hacían todopoderoso. En este contexto, la política dependía casi exclusivamente del presidente.

Por si el rubro político no fuera suficiente, el jefe del ejecutivo federal tenía una facultad, atributo o función más; de igual importancia pero en el plano económico. La rectoría de la economía estaba bajo la rectoría del Estado mexicano pero al ser el motor de la política debía tener la dirección de la economía para no tener obstáculos o contradicciones ajenas a la voluntad propia y fines del partido único de Estado (PRI), así que, a través de las facultades legales, el presidente tenía a su disposición la economía. Durante muchas décadas el Estado mexicano se cerró y fortaleció su dura armadura con la doctrina Estrada que contiene dos principios: “La autodeterminación de los pueblos para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos”, y el de “No intervención”.

Ahora bien, por el primer principio, el gobierno no se pronunciaba sobre el reconocimiento o no para con un gobierno extranjero y, por el segundo principio evitaba que otros gobiernos se inmiscuyeran en los asuntos internos del Estado mexicano. En efecto. En realidad los principios tenían el mismo objetivo desde diversas perspectivas ya que, por el primero el Estado mexicano evita aceptar o rechazar criticar a los gobiernos mexicano con el fin de que los mismos, no se atrevieran criticar al régimen priista; el segundo, impedía la intervención del Estado mexicano en los asuntos extranjeros pero evitaba las críticas. Era un Estado cerrado. Hay otras versiones respecto a la doctrina Estrada pero son formalistas que no toman en cuenta la realidad. Por lo cual no las tomo en cuenta sino lo factual. Hoy, la actitud ha cambiado México es un Estado abierto, por la fuerza de la economía.

Con la pérdida de las facultades electorales y sobre la economía, ya que la primera le fue arrancada por la oposición, principalmente de las izquierdas (PRD y otras), y la segunda, fue eliminada por el poder de las grandes trasnacionales que, son las que imponen con su poderío el funcionamiento del mercado. El presidente en turno ya únicamente es un instrumento de su propia corrupción y de las trasnacionales, ha dejado de ser el gran elector y el motor de la economía. Claro, no deja de ser un gran legislador que sigue propiciando ya no a su partido sino a las grandes empresas. Es casi un Gerente General.


Hay que tomar en cuenta los dos sexenios en que gobernaron los panistas; sin embargo, no hay mucho que decir, pues casi fueron doce años de priismo al estilo panista. Vicente Fox y Felipe Calderón, adoptaron toda la estructura priista para su propia corrupción e impunidad propias al saborear el poder presidencial con toda su decadencia en curso.

Del Presidencialismo, ya únicamente quedan despojos y la nostalgia por el poder; con todo, los políticos, en su gran mayoría son ignorantes pero muy hábiles para darse cuenta de este hecho y, en plena acción los más ambiciosos que ven perderse este sistema político corrupto se han unido en un pacto para hacer un gobierno de coalición sin importar las endebles ideologías. El PRD ha visto perder sus miembros y simpatizantes al punto de estar a punto de sucumbir; el PAN sabe que no le alanza ir solo para recuperar la presidencia de la república y hasta el PRI, temeroso de perder la presidencia se ha unido a esta propuesta. El gobierno de Porfirio Díaz, fue una dictadura personal, después, llegó la dictadura del partido único de Estado (PRI), agotado este régimen se propone la dictadura de un gobierno de coalición. Por el momento, y como ejemplo, están Miguel Ángel Mancera por parte del PRD, como candidato a dirigir la coalición, de lado del PAN esta Rafael Moreno Valle y, hasta por el PRI, se apunta Manlio Fabio Beltrones.

Este tipo de gobierno de coalición no tiene como objetivo la democracia sino alargar lo más posible el sistema político priista pues les reporta ganancias económicas enormes con la seguridad de la impunidad. El pueblo debe rechazar el gobierno de coalición pues el neoliberalismo ha sido el llamado a la acción del ciudadano en su híper individualidad y debe ser el mismo ciudadano mexicano quien debe intervenir decididamente para sepultar el régimen priista y avanzar hacia la implantación de la democracia, la justicia, la libertad, la solidaridad común del pueblo. En caso de no hacerlo, pagara cara su inactividad con mayor sometimiento, tanto político como económico.



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