Enrique
Peña Nieto, sigue siendo tan tonto como cuando era candidato a la presidencia
de la república, lo que varía es que ahora tiene el poder político y lo usa
para expandir su corrupción a todos los ámbitos del Estado mexicano y para
espiar a los periodistas y ciudadanos que teme sean sus enemigos. No piensa ni
por un momento el daño que le hace a la figura presidencial, a los ciudadanos
al Estado y la humanidad.
La
esquizofrenia de Peña Nieto lo empuja a las más patéticas pero perversas conductas
contra los gobernados como su voyerismo insaciable. Imaginemos a Peña Nieto vigilando,
por si o por sus testaferros, a un menor de edad o, a un periodista. Esto es
enfermo.
Gastar
millones de dólares para propósitos enfermos es otro más de los errores de este
mal gobierno. Si ya de por si la cadena de pifias y francos errores de corrupción
tienen a Peña Nieto en su más bajo porcentaje de aceptación ¿quiénes en su sano
juicio tendrán fe en la figura presidencial? y sin fe adiós buen gobierno;
porque la fe en el gobierno no es otra cosa que la legitimidad que junto con la
legalidad es la base de la sanidad estatal.
A
Peña Nieto, tampoco le importa o no advierte que se es lo que se hace
objetivamente y este gobierno que encabeza se ha convertido en todo lo malo que
se trata de evitar por lo pronto Peña Nieto se ha convertido en The Pig
Brother, El Gran Cerdo que vigila todo y que todo ensucia; vigilancia por morbo
sin límites mientras públicamente se presenta impoluto aunque se sepa públicamente
que es pura apariencia.
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