Ciertamente
el paso del politeísmo (Pluralidad de dioses) al monoteísmo (Un solo dios), supuso un cambio
de concebir la vida y hacer la vida pero esto también supuso la imposición de
una tiranía religiosa cristiana al no admitir más que una forma de pensar. En
todo el viejo testamento no se puede encontrar la idea del mal concentrada en
el Diablo tal y como ahora se concibe; las ideas del infierno y del Diablo
fueron resultado de una larga construcción que tiene su cúspide con Dante Alighieri,
allí se narra lo que es el infiero y su regente.
No
pudiendo los teólogos ni la gente responder y reconocer que los seres humanos
son los malos o buenos, idearon de forma torcida crear dioses y seres malvados
hasta tener dos principios, uno del bien y otro del mal. Dios y Diablo. Pero en
la Edad Media los teólogos pensaron que el representante del mal no podía tener
el mismo rango del representante del bien y pusieron al Diablo en segundo
lugar. Los maniqueos pensaban en esos dos principios como rectores de la vida.
Una
larga tradición de inculcar el principio divino como el rector de la vida en términos
moralistas ha traído como consecuencia que, la vida se degrade al grado de quitársele
su centro de gravedad que esta o debería estar en la vida misma y se traslade a
estos dos puntos; los religiosos han quedado ciegos para la realidad y se rigen
por fantasías inverosímiles para la razón pero aceptadas por su atractivo
trascendental metafísico; sin embargo, los que se atreven a vivir sin estas dos
muletas se percatan y llegan a la certeza de que la vida no está sujeta a las
ideas tradicionales del bien y del mal cristianas sino que, están íntimamente ligadas
a la naturaleza humana.
La
hipocresía es el resultado de esta religiosidad mal entendida. Culpar al Diablo
de nuestro malos actos y darle gracias a un Dios fuera de la experiencia comprobable
(Kant dixit), es absurdo e hipócrita. Aceptar la realidad presupone seriedad, responsabilidad
y sanidad mental. Lo demás es un tema para el Psicoanálisis.
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