lunes, 31 de octubre de 2016

ABOGADOS LITIGANTES



Es muy común que se sobrevalué a los abogados litigantes. Eso tiene su base en el éxito con que pueden defender los derechos sobre los bienes de las personas o la libertad de las mismas. En realidad no hay mucho honor ni de que enorgullecerse en la práctica del Derecho. Por lo general, los abogados litigantes no sabemos más allá de dos o tres ramas del Derecho y eso, ya es decir mucho. Si bien el ejercicio de la abogacía ha tenido intentos y avances en contra de la corrupción está aún existe.

La práctica jurídica es dogmática. Los abogados no aportamos un ápice de conocimiento verdadero o significativo, aunque con el ejercicio se obligue a crear tesis y jurisprudencia. Este no es el fin del abogado sino ganar y la creación de las tesis y jurisprudencia son derivados del ejercicio que elaboran los tribunales en las condiciones de ley.  

El abogado solo se inserta en el sistema. Los legisladores, el presidente y demás órganos crean las leyes, los jueces imparten justicia, las universidades enseñan los dogmas y todo está preparado para el ejercicio del Derecho. Se aprende el marco jurídico general (Constitución), las leyes secundarias, la jurisprudencia y la aplicación de las leyes de forma dogmática y el éxito depende también de las relaciones, de las dádivas, del trato cortés y se acabó el misterio y glamour.

Si los abogados quisiéramos, en verdad, conocer el Derecho, y, aportar alguna pizca de conocimiento; entonces, tendríamos estudiar Filosofía para poder poner en tela de juicio todo el marco jurídico, hacer teorías y en primera y última instancia poner el Derecho en beneficio de la sociedad. La mayoría de abogados litigantes no saben un carajo de teoría todos es saber aplicar los códigos a casos concretos; es decir, son unos zafios. Estamos en el nivel más bajo en la calidad de conocimientos del sistema jurídico. Obreros del Derecho en envueltos en telas de poca monta pero con un orgullo incomparable.

El estereotipo de la necesidad de que los abogados se vistan como actores de telenovelas y las abogadas como actrices, tiene como fin deslumbrar a los clientes, a los funcionarios públicos y a la sociedad en general, más no la buena práctica jurídica. Se pone por encima del ser la forma; es decir, las apariencias sobre el conocimiento. Claro, no tengo objeción contra el formalismo en el vestir pero, es mucho más importante, el ser del abogado, el conocimiento consciente de las ramas del Derecho que ejercita. Sería bueno que las apariencias tuvieran como sustento el conocimiento del Derecho. Esto no es así y, no lo es, porque la sociedad impone un estereotipo, las universidades lo inculcan y el individuo lo acepta gustosamente con tal de pertenecer a la ilusión del saber.



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