La
muerte no es el correlato de la vida, ya está contenida en la vida misma que es
el continente; mientras que la muerte está determinada y es contenido, es el
sello indeleble, sentencia inapelable de la vida. La muerte es nuestra
compañera permanente; es nuestra sombra invisible. Por el contrario, la vida no
está del todo determinada se tiene que hacer bien o mal pero es cada uno de nosotros
quienes decidimos la buena o mala fortuna, dependiendo de todos los factores
que inciden en nuestras vidas. Si pudiera escogerse, la fuerza debería ser la primera virtud que se debe
tener, la segunda la inteligencia y en tercer lugar la prudencia o templanza.
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