Todos
los dioses antiguos y presentes tienen una vigencia que, no una existencia y esta,
está limitada a la creencia en que se tiene en ellos. Es indudable que los
egipcios creían fielmente en la existencia de sus dioses, los dioses de los antepasados
de nosotros mexicanos lo mismo, griegos y romanos y cualquier otro pueblo
corren la misma suerte. Con todo, se siente ya la falta de fe en la creencia
del Dios aún vigente. Tal como hay leyes vigentes en desuso hay dioses vigentes
en desuso; es decir, se cree en ellos pero ya se han abandonado sus ritos y sin
ritos sobreviene la muerte.
El
ateísmo no es el combate a dios alguno sino la elección de vivir sin creer en
dogmas teológicos; es el ser humano buscando y construyendo su ser en un
devenir libre de moralina. La libertad es peligrosa para los teólogos. Por eso
la combaten de todas las maneras y bajo todos los términos: infieles, herejes, diabólicos
(como si los ateos se liberaran de una idea para caer bajo el yugo de otra),
gentiles y conceptos similares que solo encubren la perversidad de los
dirigentes religiosos. No se debe temer a las masas enajenadas por sí, solo
cuando son lanzadas guerras santas.
Los
ateos no están contra los dioses sino contra los teólogos que tratan de
someterlos como rebaño para después, tenerlos como productores de todos los
bienes de los grandes dirigentes religiosos. ¿Se creerá deberás que los dioses
romanos cayeron por el ateísmo?, no, cayeron por beneficio político. Se dice que
Constantino vio una cruz en el cielo con la inscripción: “Por este signo vencerás”,
volviendo al cristianismo la religión oficial y dando muerte a los dioses
romanos. ¿Bajo que signo caerá este dios?, el de la ciencia.
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