Muy
a menudo los ricos, políticos, gobernantes y artistas se molestan sobre manera cuando
el pueblo les critica sus errores, dislates y evidente torpeza; sin embargo, deberían
tomar todo ello como un signo del reflejo de la realidad y empezar a cultivarse
para bien. La nación mexicana esta ávida de verdad, de libertad, de educación,
de arte superior, de cultura y no de simulaciones. No solo el sistema político era
una total simulación nefasta sino que la sociedad en su médula se volvió superficial
hasta la denigración. Prueba de ello, es haber pasado de un cine que pretendía
crear no solo reflejar sino crear sustancia artística a ser mero reflejo de la
bajeza humana; porque eso fue el cine de los años ochentas con su cine de
ficheras.
Una
buena parte de la nación mexicana ha cambiado y paulatinamente se suman mas
mexicanos. Con todo, los ricos, políticos, gobernantes y artistas se niegan a
dejar su sucia esfera de comodidad, pensando que no tienen ninguna
responsabilidad y con la idea torcida, creen pertenecer a una casta divina.
Ojala y fueran un poco de lo que fueron los nobles texcocanos con su
pensamiento elevado, refinado o como los nobles aztecas fuertes en el sentido más
fuerte, ambas noblezas comprometidas con dirigir a sus pueblos, poniéndose ellos
como paradigmas de virtud y yendo al frente de todas las empresas.
Aquellos
que piden la implantación de la reforma educativa son los primeros que, serian
los candidatos a ser incluidos a una nueva educación que muestre lo mejor de
esta nación. Porque este pueblo contiene en potencia todo su poderío creador,
de trabajo, científico, artístico y cultural entre otros rubros. Solo el
sistema político, social y económico corrompido, mal implementado y peor dirigido
tuerce y retuerce la potencia para dar como frutos actos fallidos.
Los
políticos y gobernantes deben de entender que no son comerciantes y volver a la
política libre de toda impureza, libre de toda injerencia nociva. Si quieren convertirse
en comerciantes, empresarios dejen la política. Abandonen sus locas ambiciones
de puro pragmatismo servil a la acumulación sin sentido de lo material. Han
tirado a las riveras del olvido los ideales, los valores, creyendo que esto se
puede hacer impunemente.
Que
se ponga el centro de gravedad de la vida en la vida misma y no en las fantasías
de una vida de lujos y dispendios huérfana de toda conciencia. Para Agustín no razonar
y vivir según los cánones de su época era estar sin alma y sin alma se ponía el
ser humano en calidad de bestia. Hoy, olvidar porque es eso, olvidar, los
valores no se esfuman, se deja de creer en ellos y de practicarlos pero con
independencia de ello, existen porque son inherentes a los seres humanos. Sin
ellos, se pierde la humanidad. Nos extraviamos y ello se siente cada día de nuestras
vidas presentes. Los ideales nos dan el norte de nuestra vida general y de
nuestras vidas concretas. Vivir en el mero pragmatismo es volverse meramente
animal irracional. En consecuencia el arte, la filosofía, la ciencia y la
cultura se nos hacen inútiles, estorbos para el goce de lo material sin saber
que precisamente ello nos haría disfrutar lo material con profundidad.
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