Al
mexicano no se le puede domesticar por las buenas ni por las armas es como los
coyotes, arisco hasta la saciedad, no se le conoce mas que en esa aparente pasividad
traída de ultramar y seguida por las clases dominantes. Después de la revolución se tuvo que construir
un sistema político que lo atara a un nacionalismo con provecho para la clase política.
Se tuvo que hacer un arte muralista para entronarlo en el mundo pero someterlo
al bello encanto de ver dispersada una imagen falsa de su ser. Se tuvo que
crear un presidencialismo que todo lo atara y moviera a voluntad en la continuación
de la pax porfiriana. Vaya eufemismo para un sistema totalitario brutal. Se le
tuvo que rodear de ritos que divinizaban a los teólogos y gobernantes. Se le
tiene que engañar con la religión y extraviar con ideologías extravagantes, se
le ha tenido que hacer renegar de su pasado feroz, se le ha tenido que enfermar
con toda clase de artimañas y hasta con su alimentación antes rica ahora dañina.
En suma, se le miente y se le reprime
porque tras de la sonrisa abierta yace un ser indomable pero también artístico en
suma refinado que devora todo y lo hace suyo sin ningún empacho.
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