viernes, 1 de julio de 2016

LA HORA DEL PRESIDENTE



Se Dice que, antaño el presidente de la república mexicana cuando preguntaba por la hora del día se le contestaba invariablemente con “…la hora que usted diga”, dicha información no está corroborada pero si es un indicio de lo que se sabe del presidencialismo en su apogeo: el presidente era el motor de la economía, de la vida política, de lo social y de todos los actos conmemorativos oficiales. Se dice que el ejecutivo federal tenía más poder que los mismos cesares. Bien ese solo es el marco referencial secundario. Lo verdaderamente interesante son los hechos actuales.

En el México del presidente todo era simulado desde la economía hasta la política pasando por las elecciones y la propia vida nacional. El mexicano mismo era un ser inauténtico, forrado de atavíos extranjeros o ajenos a su ser. La mentira se erigía como verdad. Se negaba lo mexicano y se negaba la verdad como forma de vida. Ese periodo nombrado por mí como Priato era reacio a tender hacia la democracia, el llamado estado de Derecho no tenía como objetivo, como tendencia hacia el valor justicia sino que era la forma legal de mantener al partido único de Estado en el poder. Dictadura perfecta la llamó Vargas Llosa. Resultó no ser tan perfecta.

En la política exterior el gobierno tenía la doctrina Estrada que básicamente consistía en no pronunciarse sobre la legalidad o ilegalidad de un gobierno extranjero que tomaba el poder. Esto parecería una postura neutral y hasta sensata por parte del gobierno mexicano; sin embargo, durante mucho tiempo dicha doctrina fue usada indiscriminadamente para que los gobiernos extranjeros no se pronunciaran sobre el gobierno totalitarista, autoritarista  y evidentemente antidemocrático. Con todo, todo funcionaba por la voluntad presidencial. Si se ve y analiza a la Constitución General de esa época bien se puede ver todo el cúmulo de facultades constitucionales que tenía el presidente. La legislación secundaria también contenía una gama impresionante de facultades presidenciales, así se tenía sujeto al pueblo mexicano a la voluntad de un individuo. A esto súmesele que era el gran elector de Ministros de la Suprema Corte de Justicia, de gobernadores, diputados en los ámbitos federal y locales. De la misma manera era el jefe del partido único de Estado. Jefe de Estado, Jefe de las fuerzas armadas y la lista sigue. Su poder era enorme.

En la actualidad se puede ver que la incipiente democracia mexicana no termina por cuajar y que, el presidente de México tiene una suma de facultades constitucionales, políticas y meta constitucionales; no obstante, la realidad mundial ha cambiado radicalmente. Primero, el ejecutivo federal ya no tiene el poder de antaño, se han diversificado los partidos y el poder político se ha disgregado. El Estado mexicano se ha vuelto raquítico ante el poder avasallador de las grandes trasnacionales, quienes son las que imponen las leyes constitucionales para su óptimo desarrollo. El presidente es mas ya un Gerente General que un primer actor. Segundo, México ha pasado de una política cerrada a una política abierta junto con la nación mexicana. Con la globalización, la internet y las redes sociales los hechos excesivos, los abusos, las desapariciones forzadas, las muertes por las fuerzas del orden ya no se pueden ocultar, aunque el gobierno tenga visos claros de anti democracia, de opacidad, corrupción e impunidad.

Es muy significativo que gradualmente se vaya abandonando la doctrina Estrada y los gobiernos extranjeros intervengan decididamente en favor de la democracia. Se puede cuestionar a los gobiernos extranjeros, sin embargo, es obligación de4l pueblo mexicano imponer la democracia. Por ello, no me detengo en discusiones vanas.

Los hechos recientes en donde Enrique Peña Nieto se entrevistó y dio discursos al lado del primer Ministro canadiense y del presidente de los Estados Unidos, parecía la ocasión propicia para que Peña Nieto se lanzara contra los populistas mexicanos que quieren destruir las grandes obras de los malos gobiernos mexicanos y, en especial del suyo. Tuvo respuesta inesperada y de quien menos se esperaba: del presidente de los Estados Unidos. La respuesta es contundente contra el discurso retorico, demagógico y cínico del presidente de México. Decía Adela Micha que era irrelevante si Peña Nieto era un lector voraz o no a la hora de gobernar (acaso ella misma ignora y desprecia el conocimiento). Es evidente que, tanto el primer Ministro de Canadá como Barack Obama tienen otro tipo de educación y otras maneras diversas de concebir la realidad y saben perfectamente que, Peña Nieto es el responsable del desastre económico, político y social de México con un desprecio al respeto de los Derechos Humanos.  

Una buena parte de la nación mexicana ha cambiado y busca implantar la democracia teniendo como ejes rectores, la verdad, la justicia, el bien común, el respeto a los Derechos Humanos y las garantías individuales, poniéndole coto a las trasnacionales y a la corrupción e impunidad gubernamental. Pero el gobierno mexicano en sus tres niveles tiene “la fiebre del oro”, se han vuelto políticos empresariales. Negocian con la iniciativa privada todo lo público para alzarse con las gananciales. Es decir, siguen escudándose en el viejo régimen de apariencias, de mentiras para desatar su ambición con toda impunidad. Esta es la dialéctica mexicana en lo político, en lo económico y social. El gobierno en las viejas prácticas corruptas y una buena parte del pueblo hacia la democracia.

En este momento de crisis política, el presidente añora el Priato. ¡Qué tiempos!. La mentira era creída sin ninguna restricción. Hoy lo que diga el ejecutivo federal debe estar sustentado en la objetividad, en la ciencia. Pero está incapacitado por su ignorancia, su arrogancia y su enorme torpeza. Ha caído el telón de la simulación. No hay marcha atrás. Hoy, cada vez que el señor presidente pregunta la hora de todos lados se le responde: ¡Es hora de abandonar la corrupción y la impunidad, es la hora del cambio!.

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