De
corriente se piensa en la libertad de manera inconsciente. Los seudo pensamientos
invaden al mexicano. El mexicano tipo me es dado por el burócrata. Cuando
estudiaba filosofía un buen día clave la nariz en el archivo de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, tenía el trabajo de hacer un ensayo encaminado
a saber cómo estaba la educación en la “máxima casa de estudios”, un desastre. Cuándo
propuse que se le diera a conocer al rector y al Congreso Local, el escándalo. Timorato
mi maestro (que ironía), me dijo que ni pensarlo, eso le traería la perdida del
trabajo. En eso consistía todo, el trabajo, un mendrugo, en la cobardía, en la negación
del ser. Me sentí asqueado. Me aparte de esa filosofía y de los filósofos. Me
fui como se iría un can. Me perdí por las calles, conmovido hasta la médula. Yo,
representaba y soy todo lo negativo, se me puede decir todo y he soportado
todas las injurias, menos el no tratar de ser. Fui de cantina en cantina. Sombrío
hasta el cansancio. Esa fue mi cura, casi total del idealismo ramplón,
simplista. Decidí morir y renacer fuera de esos mundos bastardos. Vivo casi en
total soledad, dos o tres amigos, que no veo o me ven cada medio año a lo más.
Con todo, me siento medianamente satisfecho.
Mis
psiquiatras, Don Tequila y Daniel Daniels, me hacen reflexionar sobre la metafísica
o la moral y toda la más amplia gama de pensamientos, hechos y actos. Quien no
ha probado la soledad, sus efectos y no los ha superado no puede hablar de
libertad. Como me hacen reír los abogadetes, los filosofastros y poetastros con
sus concepciones de la vida. Muertos, están bien muertos. Ese es el mexicano
tipo más dañino, el más falso, el más comodino. Sonríe, es complaciente, solicito,
es “políticamente correcto”, ¡Puaf!. El rico y el pobre no tienen necesidad de
fingir. La riqueza y la pobreza son ostentosas. Solo la clase media tiene necesidad
de camuflarse, de fingir. ¡Que espectáculo!. Y, pensar que nací en ella. Me lacera.
Los pensamientos más oscuros me nacen de allí. Las lágrimas me brotan. ¿Qué hice
para merecer tan indigno origen?. Paso por la vida como un fantasma. Fantasma
de mí mismo. ¡Puaf!.
Por
fin. En eso consiste todo. ¿En eso consiste todo?. El mexicano tipo. Se me dice
que mi filosofía es basura. Quizá lo sea. Que me vaya al panteón. Arder, que se
queme mi cuerpo. Heráclito. Me avergüenzo del mexicano tipo. Se me conoce en el
extranjero. Se me han dicho buenas palabras, muy buenas palabras de mi forma y
de mi fondo. De Ucrania (Ala Gazina) se me ha dicho un “hola”, de Francia
(Jean), de Chile, (Mi Andrea, lo puede corroborar), nunca de México. ¿Que tengo
yo del mexicano actual?, ninguna cosa, mi origen se remonta muy lejos, muy
profundo. ¡Que soledad tan afiligranada!, ¿Cómo se me podría entender?. Nací póstumo.
Soy, a la vez, árbol y fruto tardíos. Se me ha dicho, con justa razón, que
parezco joven, les digo, lo contrario, ya soy viejo, demasiado. Cincuenta y un
años justos. Cada vez me cuesta más correr los veintiún kilómetros y más soportar
a los zonzos. Me decía una maestra extranjera mía, que ojala pudiera seguir el
paso del curso. Maldita rutina. No vengas ya, me dijo con gran pesar. ¿Qué tengo
yo de ordinario?, todo, pero en otro mundo, en otro contexto. A mí y solo a mí
se me ha dado la soledad y el saber. Otra vez las lágrimas. Benditas sean. Y,
el valor y, la disciplina, la moral y la educación rigurosa. Me han amenazado
de muerte. Malditos cobardes. Quizá esa sea mi mejor condición. En este punto
tengo que hacer una pausa.
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