sábado, 9 de enero de 2016

LA FAMA Y LA VIDA



En toda la historia de los seres humanos ha existido el deseo de vida eterna y de fama; esto era el fin para lo cual los faraones construyeron sus sepulcros bajo las pirámides y esto se puede ver como un patrón en todas las civilizaciones que lograron sobresalir en el arte, la arquitectura, economía, filosofía y lo social. Toda esta época la teología aún se señoreaba sobre la filosofía y la vida misma. El Derecho estaba en su desarrollo intermedio. Esto iba a cambiar en el Renacimiento. Esta época tiene el sello del gran escepticismo, el cambio de sistema económico, político; tiempo de ateísmo sin par. La teología cristiana se iba cimbra con sus sismas producidas por el luteranismo y el calvinismo. Pensamientos que iba a ser la base del pensamiento del ser humano moderno. Si ya la eternidad, la vida prometida solo se podía ganar interpretando y trabajando hasta el extremo (Lutero) o no se podía salvar el alma se hiciera lo que se hiciera, todo estaba ya predestinado (Calvino) y solo el éxito iba a ser el sello de estar predestinado; se debía hacer todo lo posible por tener éxito y fama, por supuesto. El éxito, en general, en el trabajo iba a ser el sello impreso a los seres humanos modernos.

En Italia fue el primer lugar donde surge la fama con un nuevo tinte; si ya la eternidad no se podía alcanzar, se tenía la fama como una especie de eternidad. Se puede fingir o verdaderamente no ver los elementos constitutivos del actuar de los seres humanos pero, eso no destruye en un ápice los resortes sobre los cuales se va por la vida. El Liberalismo económico, el nacimiento y consolidación del Estado moderno tenían la necesidad de seres totalmente diferentes a los de la Edad Media; el feudalismo constituido por la nobleza y los vasallos no eran ya adecuados al nuevo sistema, este, requería seres humanos libres, ciudadanos a quienes hacerlos sujetos de derechos y obligaciones. Y, se modelo a martillazos el nuevo ser humano, libre e indefenso con solo sus fuerzas para poder sobrevivir. Esto trajo como consecuencia historias de grandes obras personales (cuando se adoptó plenamente el Liberalismo), grandes fortunas se forjaron en este contexto. Pues, bien, ese ser humano universal nación en Italia. Dante Alighieri es su más acabada forma. No obstante que de genios no surgieron en esta época. Ahora bien, no solo los ricos o súper dotados intelectualmente tenían esa oportunidad sino  también el pueblo llano tenía esa posibilidad; gradualmente, ese sentimiento se iba a generalizar. La religión solo era una máscara social. Ya, no se creía en el más allá pero se seguía practicando los ritos religiosos.

Este mismo sentimiento de fama ha sido el motor de la vida en occidente. En dos actividades se puede observar en claramente, en los artistas y en los empresarios. Ambos tienen como objetivo inherente a sus actividades la estética (la creación de arte) y el comercio (la creación de riqueza), la consecución de fama. Sienten como hueco, sin sentido hacer grandes obras de arte o crear grandes imperios económicos sin el consiguiente reconocimiento. Quizá no haya otro artista que haya definido esa necesidad de fama como Salvador Dalí: “Lo importante es que hablen de ti, aunque sea bien”, ¿e donde se iba a depositar en la esperanza de fama, en el más allá?, evidentemente que no, en el reconocimiento de los otros; por ello Dalí quiere que se hable bien o mal de él. Tenía clarísimo su papel en su tiempo, “No te empeñes en ser moderno. Por desgracia, hagas lo que hagas, es la única cosa que no podrás evitar ser”.  Su ambición nunca dejó de crecer desde que tuvo consciencia, a los seis quería ser cocinero, a los siete, Napoleón, si hemos de creer en sus dichos. Por los grandes empresarios hablan los Morgan, los Dupont, los Rockefeller o cualquiera otro d la misma talla.

En la actualidad ese mismo sentimiento, esa misma pasión comanda la vida. Los nuevos símbolos de la fama lo son, en el arte, la casta de las estrellas de rock y por las grandes trasnacionales; los primeros son elocuentes y viajan de ciudad en ciudad, de escenario en escenario y son objeto de culto extremo; los segundos, tienen un sentimiento de vergüenza o por lo menos esos parece, se han hundido ocultado bajo el anonimato. Los dueños del gran capital, saben que tienen el aspecto de vampiros para el resto del mundo; en consecuencia refieren la oscuridad del anonimato. Por doquiera que van surgen sus detractores, desde los intelectuales, hasta los más violentos. Prefieren la prudencia de tener las fuerzas del orden bajo su voluntad para protección.

Sin embrago, esto no deja que, la misma pasión lata en los pechos de todo el resto del mundo; desde los empresarios menores hasta el campesino, obrero o el estudiante modesto que apenas balbucea el abc de su ciencia. Vendrá bien parafrasear a Arturo Schopenhauer: ¿Pensáis de veras que Robespierre o Bonaparte o el emperador de Marruecos o los asesinos que suben al patíbulo, son los únicos ambiciosos (de la fama) entre todos los seres humanos?. ¿No veis que muchos harían oro tanto si pudiesen?.

Mucho se ha cuidado el sistema vigente para no dar a conocer que la ambición es el principal resorte de las acciones humanas; se les rodea de teología, de solidaridad, de ciencia pura, de moralidad, de fines estéticos y de todo un frondoso bosque para evitar ver cotidianamente la imagen de la fea ambición desbordada. Los seres humanos terminarían por asquearse de sí mismos, el sistema se convulsionaria peligrosamente. De la misma manera que se le engaña a los menores con seres fantásticos, fabulosos que viajan en camello, elefante y caballo prodigando regalos a los que se han portado bien o la existencia de un obeso bonachón que viaja miles de kilómetros en un transporte mágico tirado por renos fantásticos premiando la dulce inocencia, de esta misma forma se engaña a los pueblos para que acepten un mundo de apariencias mientras el peligro corre justo bajo sus pies. Los grandes intelectuales y los dueños del gran capital saben esta verdad; en ambos bando, el efecto es el mismo: la infelicidad; los primeros por saberlo y los segundos también, con el ribete de ser el motor de esta ansiedad interminable por la fama, por lo más, en ellos, no reconocida sino vituperada. Isaiah Berlin nos adelanta la dura pregunta y respuesta. “¿Quién asegurará que el conocimiento es siempre compatible con la felicidad?, conocer el mundo puede hundir a uno en la miseria…”.

Bien, demos un salto hacia la republica de Platón para contrastar los ideales y las exigencias reales de la vida. En sus diálogos nuestro filósofo resume la forma de pensar, en general, de la polis griega.  Cada uno debe ser lo que es, el zapatero, el campesino, el arquitecto, el tejedor deben dedicarse exclusivamente a su oficio o profesión y estar contentos de ser lo que son cada uno en particular. Dentro de la polis se puede ser, fuera de ella, no. No puede sobresalir un ciudadano sin enfrentar los peligros de la estrecha polis. El ostracismo era impensable. La vida estaba en buena medida determinada y encaminada a desarrollarse en los causes impuestos. Los tres estratos fijos, el pueblo, (el bronce, alma apetitiva),  la plata a los guerreros (la plata, alma fogosa) y los gobernantes (el oro, alma racional). En toda la edad Media rige el ser humano caído, pecaminoso que tenía como tarea diaria tratar de salvar su alma. Ha de ser menester que llegue el Renacimiento para que el ser humano se desembarace de las ideas teológicas como regidoras de la vida y mude de la piel escamosa que le impedía sentir y presentir su nuevo papel en la vida. El nuevo ser humano va a ser puros dinamismo como nunca antes se había dado.

Hoy, día se piensa completamente diferente a estas dos épocas. Por más que consideremos una gran obra la de Platón no seguimos su filosofía. El Derecho ha reconocido la personalidad de los ciudadanos como atributo inherente a su ser. El liberalismo con anterioridad desnudo al humano de toda su carcasa antigua para vestirlo con ropajes flexibles y llenarlo de un nuevo contenido. Esto no está fuera de la vida diaria, cotidiana. A ninguna madre, padre, maestro o cualquiera otro le aconsejara a los menores, aprendices o estudiantes ser lo que son, sin más, sino que se le dice a cada paso a cada minuto que debe ser mas, el mejor. Ahora bien, aquí se nos presenta una paradoja en la vida diaria. ¿Cómo es posible que ese pensamiento se señoree en la vida diaria y se logre el resultado contrario, es decir, la mediocridad?, la respuesta está en el Estado y en el individuo. El primero no es capaz de proporcionar los medios mínimos generales para que los individuos logren su pleno desarrollo; el segundo, es incapaz de elevarse por encima de su propias limitaciones impuestas desde afuera o desde dentro.

En todo momento, las instituciones van imbuyendo a los individuos desde la cuna, ser más, hasta el reconocimiento en la tumba. No es un secreto que cada padre y madre tienen la esperanza de tener hijos exitosos, famosos. Cada pequeño logro alcanzado por los hijos es aplaudido como si un Alejandro Magno, vieran en ellos. La jactancia de los logros académicos es, en verdad el grito callado por que alcancen la fama. Por otro lado, está la fama propia y la fama derivada que es otorgada por pertenecer a determinada persona o familia distinguida o rica.

¿Cómo proceder ante esto?, como Tucídides, con gran frialdad y honradez. No se puede evitar, del todo, ser como se es, o como lo impone esta época. Es posible tomar otra perspectiva y otra actitud no se crea que es insalvable este entuerto ni que, el mundo occidental no se ha encontrado en una crisis tan dura como la actual. Claro que existe la solidaridad, la amistad, la ciencia, la filosofía y la vida autentica que asienta sus reales en la vida misma con valores diversos a los impuestos. Si esto no fuera así, todo, en verdad estaría perdido. Como la vida es individualísima no es posible expedir receta alguna para la enfermedad; cada uno debe tratar de encontrar la medicina, salida y su razón de ser.


Finalmente, el veneno llamado éxito o fama debe ser tomado tal y como se ingiere el veneno de las serpientes, en dosis graduales para que no resulte mortal. En todo caso el veneno bien tratado y dosificado puede salvar vidas. De la misma manera, el éxito, la fama bien tratados y dosificados pueden ser alicientes para la vida. Hoy día se puede ver ese deseo de fama batallando en las redes sociales y hay, quienes manejan excelentemente estos medios. Cinco minutos de fama no se le pueden regatear a ninguno. ¿Qué hay de malo que “El quinto patio” de las viviendas antiguas se haya trasladado a Facebook?. Ninguna. Salud.

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