sábado, 30 de enero de 2016

LA REVOLUCIÓN MEXICANA COMO DISFRAZ DEL AUTORITARISMO



LA REVOLUCIÓN MEXICANA COMO DISFRAZ DEL AUTORITARISMO

El análisis psicológico de la revolución mexicana representa todo un reto y más si se trata de analizar las entrañas psicológicas del gobierno y la nación mexicana después de esta. En lo político está bien definido contra que se abalanzó la lucha revolucionaria: contra la dictadura personal y lo logró; en lo económico se agudizó paulatinamente el desarrollo del capitalismo hasta crear trasnacionales lo suficientemente fuertes para determinar el marco legal desde las leyes secundarias primero y después desde la Constitución General. Ahora bien, si el cometido de la revolución fue la destrucción de la dictadura personal con buen logro; aunque hubiera intentos de reelección fallidos, no había en la mente de los líderes políticos emanados de la revolución, un pensamiento de democracia sino de autoritarismo. En efecto, se pasó de una dictadura personal a una dictadura de partido único de Estado. Los caudillos del Partido Revolucionario Institucional inmediatamente se afianzaron en el poder. Pero habían visto la bravura y la sed de sangre de los revolucionarios del pueblo llano. Morían y mataban sin dar ni pedir cuartel. Esto representó un verdadero problema horroroso para los líderes ahora políticos. Había que engañar al pueblo con ritos y simulaciones de democracia mientras se sometía por todos los medios a la nación mexicana. Todo aquel líder opositor al nuevo régimen, ahora conocido como El Priato, debería ser acallado, encerrado en la cárcel o muerto como en el caso de Álvaro Obregón o  Francisco villa.

Los líderes políticos encontraron la respuesta ingeniosa pero perversa de concentrar en tres grandes sectores de acuerdo a sus intereses de grupo social, económico e ideológico: el sector campesino, el obrero y el popular. En estos amplios sectores sociales concentró el partido único de Estado, su dominación fuera de estos no había cabida para la vida en todos sus ámbitos. Si bien es cierto, que estos tres sectores componían amplios sectores sociales, el pensamiento crítico casi desapareció con el corporativismo en estos mismos grandes bloques. Las vías para la crítica se estrecharon tan peligrosamente para las personas pensantes que todo ataque al oficialismo se volvió un crimen no contemplado en las leyes pero si castigado de facto hasta con la muerte. La historia nos lo muestra plenamente sin ningún esfuerzo. Era tanta el autoritarismo y los crímenes de los políticos como tanta era la impunidad. Los gobernantes pusieron a su disposición el derecho de vida y muerte así como la nulidad en el derecho del pueblo para exigir justicia.

La pregunta salta inmediatamente ¿cómo fue posible todo aquello y que aún hoy día se niega a morir: el autoritarismo y la impunidad con todas sus consecuencias?. La respuesta no es fácil; con todo, si se analiza el pensamiento imperante en la sociedad de la época del gobierno de Porfirio Díaz se podrá encontrar la hebra que nos conduzca a la verdad.

Díaz conocía bien al pueblo de México en sus distintos matices y a todos les impuso la misma receta: la brutalidad sádica y sin ningún derecho al pueblo llano para remediar los crímenes personales del propio dictador. John Kenneth Turner nos muestra con todo el horror la dictadura de Díaz, no hay duda sobre ello. En lo económico el capitalismo que tanto ponderan los oficialistas se había ya implantado, pero para una elite; la elite de los “científicos”, un grupo adicto al dictador y arribistas de todo tipo; en lo social pasaba lo mismo, con un  gusto por lo francés (al ejército que Díaz había combatido exitosamente), en lo político se había uniformado casi por completo al pueblo bajo la dictadura; había los que pensaban distinto (como siempre), sin embargo, la colectividad había sido normada en lo psicológico. Estas eran las condiciones generales de la época. Para cuando llegó la hora del cambio político, arribó el Ateneo Universitario (el grupo más avanzado en ideas políticas), y se derrumbó la dictadura (ámbito político), pero no se cambiaron los ámbitos económico y social. La revolución solo hizo cambio en lo político, se pasó de la dictadura personal a la dictadura de partido único de Estado. Los líderes revolucionarios se volvieron gobernantes y hasta los intelectuales se convirtieron en funcionarios públicos como el caso de José Vasconcelos (sin quitarle o pretender quitarles mérito alguno). El arte se volvió oficialista: el muralismo no hubiera sido posible en su magnitud si no hubiera sido por el empuje de Vasconcelos. Se puso en un nicho al pueblo y se le venero en lo formal, nunca en lo factual. El arte a favor de la dominación del pueblo.

Se puede ver que el pensamiento psíquico colectivo no solo no se vio fortalecido por la revolución si no que se consiguió el efecto contrario. El pueblo cansado de la lucha intestina fue fácil presa de los líderes revolucionarios, aunque estos tuvieran sus reservas. Se planeó el sometimiento del pueblo mexicano a través del partido único de Estado y se empezó con el Partido  Nacional Revolucionario (PNR), después con el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y cuajó con el Partido Revolucionario Institucional (la contradicción en el mismo membrete ¿cómo puede ser revolucionario un partido de Estado?). Después de más de treinta años de dictadura, seccionado el pueblo en tres grandes sectores, cansada la nación de México por la guerra revolucionaria, con la economía quebrada, solo quedaba un camino la pacificación a través de la política pero con el pensamiento autoritario imperando no se podía llegar más que a un punto: la dictadura de un partido representando al todo. Cierto es, que ese partido (el PRI), iba a construir instituciones y a tener cierto éxito pero eso era obligado por su propia auto conservación y curso de la época pero de modo alguno porque hubiera dejado su naturaleza sádica. Moldeo a un pueblo guerrero disminuido a su imagen y semejanza porque lo involucró en la corrupción y de eta manera lo hizo cómplice de sus crímenes. Eso de que el PRI sabe gobernar se debe entender como un partido político corrupto sabe corromper a una nación y hacerla parte de su corrupción. “Roban pero dejan robar”, es el secreto a voces que el pueblo mexicano conoce y se somete. Es decir, el pueblo mermado en su combatividad se somete (disminuye cuando no aniquila su  yo), al autoritarismo de un partido autoritario y en eso el Partido Revolucionario Institucional se asemeja al Nacional Socialismo alemán de Hitler en sadismo y métodos con sus características propias pero semejantes. La nación mexicana tiene ese reto, dejar de ser presa del autoritarismo y este nació y se sostiene más en lo psicológico que en la realidad aunque provenga de lo real.

Mención aparte merece la educación. La mayoría de los intelectuales son pasivos y oficialistas. No se diga de la burocracia y de los políticos, yermos como los páramos de Juan Rulfo. En lo social esa fue la faceta que vio Octavio Paz a través de una mirada engañosa: la pasividad mexicana. No hizo un ulterior análisis ni estaba posibilitado sino más bien limitado. Era literato. Por ello consiguió el premio Nobel, por la estética no por otra razón. No fue abogado ni filósofo ni sociólogo ni psicólogo ni físico. Otra cosa seria esta nación si se diversificara a plenitud su potencial. Eso sin pretender disminuir en un ápice los méritos de Paz.

Pues bien, en la colectividad sigue señoreando el pensamiento autoritarista y aunque parezca increíble sigue siendo aceptado por el pueblo bajo. Los masoquistas que siguen votando y sosteniendo al régimen priista se sitúan entre los más ignorantes de la nación mexicana, convencidos de que, un ataque al partido que pertenecen o siguen es un ataque personal y se ofenden sin más y reaccionan como cualquier reaccionario con suma violencia y están convencidos de que, hacen el bien sirviendo al autoritario partido. Ese es el binomio que compone al Partido Revolucionario Institucional (al nacional socialismo mexicano), sadismo y masoquismo. Los líderes del partido necesitan a su objeto de dominación, a la masa de seguidores como la masa es menesterosa de sus líderes. Los sádicos quieren dominar y los masoquistas ser dominados; ambos se necesitan, literalmente no pueden vivir unos sin los otros.


Esa perversión es el reto mayúsculo que tiene que desatar el pueblo mexicano; sería bueno que lo pudiera hacer tal y como Alejandro Magno lo hizo con el nudo Gordiano, de un tajo; eso me parece imposible. Deben nacer generaciones que no tengan ya necesidad de autoritarismo sino de libertad y eso todavía no se avizora plenamente. No tenemos la ideología de Martin Lutero y de Juan Calvino y se nos trata de imponer el dinamismo de la productividad a través de la economía, la inconsciencia del trabajo por medio del Neoliberalismo. Es decir se nos trata de volver protestantes, pero aun México sigue siendo fiel al catolicismo, a la pasividad masoquista; deberíamos transitar al ateísmo dinámico, centrando la vida en la vida misma.


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