LA REVOLUCIÓN MEXICANA COMO DISFRAZ DEL
AUTORITARISMO
El
análisis psicológico de la revolución mexicana representa todo un reto y más si
se trata de analizar las entrañas psicológicas del gobierno y la nación
mexicana después de esta. En lo político está bien definido contra que se
abalanzó la lucha revolucionaria: contra la dictadura personal y lo logró; en
lo económico se agudizó paulatinamente el desarrollo del capitalismo hasta
crear trasnacionales lo suficientemente fuertes para determinar el marco legal
desde las leyes secundarias primero y después desde la Constitución General.
Ahora bien, si el cometido de la revolución fue la destrucción de la dictadura
personal con buen logro; aunque hubiera intentos de reelección fallidos, no
había en la mente de los líderes políticos emanados de la revolución, un pensamiento
de democracia sino de autoritarismo. En efecto, se pasó de una dictadura
personal a una dictadura de partido único de Estado. Los caudillos del Partido
Revolucionario Institucional inmediatamente se afianzaron en el poder. Pero
habían visto la bravura y la sed de sangre de los revolucionarios del pueblo
llano. Morían y mataban sin dar ni pedir cuartel. Esto representó un verdadero
problema horroroso para los líderes ahora políticos. Había que engañar al
pueblo con ritos y simulaciones de democracia mientras se sometía por todos los
medios a la nación mexicana. Todo aquel líder opositor al nuevo régimen, ahora
conocido como El Priato, debería ser acallado, encerrado en la cárcel o muerto
como en el caso de Álvaro Obregón o Francisco villa.
Los
líderes políticos encontraron la respuesta ingeniosa pero perversa de
concentrar en tres grandes sectores de acuerdo a sus intereses de grupo social,
económico e ideológico: el sector campesino, el obrero y el popular. En estos
amplios sectores sociales concentró el partido único de Estado, su dominación
fuera de estos no había cabida para la vida en todos sus ámbitos. Si bien es
cierto, que estos tres sectores componían amplios sectores sociales, el
pensamiento crítico casi desapareció con el corporativismo en estos mismos grandes
bloques. Las vías para la crítica se estrecharon tan peligrosamente para las
personas pensantes que todo ataque al oficialismo se volvió un crimen no
contemplado en las leyes pero si castigado de facto hasta con la muerte. La
historia nos lo muestra plenamente sin ningún esfuerzo. Era tanta el
autoritarismo y los crímenes de los políticos como tanta era la impunidad. Los
gobernantes pusieron a su disposición el derecho de vida y muerte así como la
nulidad en el derecho del pueblo para exigir justicia.
La
pregunta salta inmediatamente ¿cómo fue posible todo aquello y que aún hoy día
se niega a morir: el autoritarismo y la impunidad con todas sus consecuencias?.
La respuesta no es fácil; con todo, si se analiza el pensamiento imperante en
la sociedad de la época del gobierno de Porfirio Díaz se podrá encontrar la
hebra que nos conduzca a la verdad.
Díaz
conocía bien al pueblo de México en sus distintos matices y a todos les impuso
la misma receta: la brutalidad sádica y sin ningún derecho al pueblo llano para
remediar los crímenes personales del propio dictador. John Kenneth Turner nos
muestra con todo el horror la dictadura de Díaz, no hay duda sobre ello. En lo económico
el capitalismo que tanto ponderan los oficialistas se había ya implantado, pero
para una elite; la elite de los “científicos”, un grupo adicto al dictador y
arribistas de todo tipo; en lo social pasaba lo mismo, con un gusto por lo francés (al ejército que Díaz había
combatido exitosamente), en lo político se había uniformado casi por completo
al pueblo bajo la dictadura; había los que pensaban distinto (como siempre),
sin embargo, la colectividad había sido normada en lo psicológico. Estas eran
las condiciones generales de la época. Para cuando llegó la hora del cambio político,
arribó el Ateneo Universitario (el grupo más avanzado en ideas políticas), y se
derrumbó la dictadura (ámbito político), pero no se cambiaron los ámbitos económico
y social. La revolución solo hizo cambio en lo político, se pasó de la dictadura
personal a la dictadura de partido único de Estado. Los líderes revolucionarios
se volvieron gobernantes y hasta los intelectuales se convirtieron en
funcionarios públicos como el caso de José Vasconcelos (sin quitarle o
pretender quitarles mérito alguno). El arte se volvió oficialista: el muralismo
no hubiera sido posible en su magnitud si no hubiera sido por el empuje de
Vasconcelos. Se puso en un nicho al pueblo y se le venero en lo formal, nunca
en lo factual. El arte a favor de la dominación del pueblo.
Se
puede ver que el pensamiento psíquico colectivo no solo no se vio fortalecido
por la revolución si no que se consiguió el efecto contrario. El pueblo cansado
de la lucha intestina fue fácil presa de los líderes revolucionarios, aunque
estos tuvieran sus reservas. Se planeó el sometimiento del pueblo mexicano a través
del partido único de Estado y se empezó con el Partido Nacional Revolucionario (PNR), después con el
Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y cuajó con el Partido Revolucionario
Institucional (la contradicción en el mismo membrete ¿cómo puede ser
revolucionario un partido de Estado?). Después de más de treinta años de dictadura,
seccionado el pueblo en tres grandes sectores, cansada la nación de México por
la guerra revolucionaria, con la economía quebrada, solo quedaba un camino la pacificación
a través de la política pero con el pensamiento autoritario imperando no se podía
llegar más que a un punto: la dictadura de un partido representando al todo. Cierto
es, que ese partido (el PRI), iba a construir instituciones y a tener cierto éxito
pero eso era obligado por su propia auto conservación y curso de la época pero
de modo alguno porque hubiera dejado su naturaleza sádica. Moldeo a un pueblo
guerrero disminuido a su imagen y semejanza porque lo involucró en la corrupción
y de eta manera lo hizo cómplice de sus crímenes. Eso de que el PRI sabe
gobernar se debe entender como un partido político corrupto sabe corromper a
una nación y hacerla parte de su corrupción. “Roban pero dejan robar”, es el
secreto a voces que el pueblo mexicano conoce y se somete. Es decir, el pueblo
mermado en su combatividad se somete (disminuye cuando no aniquila su yo), al autoritarismo de un partido autoritario
y en eso el Partido Revolucionario Institucional se asemeja al Nacional
Socialismo alemán de Hitler en sadismo y métodos con sus características propias
pero semejantes. La nación mexicana tiene ese reto, dejar de ser presa del
autoritarismo y este nació y se sostiene más en lo psicológico que en la
realidad aunque provenga de lo real.
Mención
aparte merece la educación. La mayoría de los intelectuales son pasivos y
oficialistas. No se diga de la burocracia y de los políticos, yermos como los páramos
de Juan Rulfo. En lo social esa fue la faceta que vio Octavio Paz a través de
una mirada engañosa: la pasividad mexicana. No hizo un ulterior análisis ni
estaba posibilitado sino más bien limitado. Era literato. Por ello consiguió el
premio Nobel, por la estética no por otra razón. No fue abogado ni filósofo ni sociólogo
ni psicólogo ni físico. Otra cosa seria esta nación si se diversificara a
plenitud su potencial. Eso sin pretender disminuir en un ápice los méritos de
Paz.
Pues
bien, en la colectividad sigue señoreando el pensamiento autoritarista y aunque
parezca increíble sigue siendo aceptado por el pueblo bajo. Los masoquistas que
siguen votando y sosteniendo al régimen priista se sitúan entre los más
ignorantes de la nación mexicana, convencidos de que, un ataque al partido que
pertenecen o siguen es un ataque personal y se ofenden sin más y reaccionan
como cualquier reaccionario con suma violencia y están convencidos de que,
hacen el bien sirviendo al autoritario partido. Ese es el binomio que compone
al Partido Revolucionario Institucional (al nacional socialismo mexicano), sadismo
y masoquismo. Los líderes del partido necesitan a su objeto de dominación, a la
masa de seguidores como la masa es menesterosa de sus líderes. Los sádicos quieren
dominar y los masoquistas ser dominados; ambos se necesitan, literalmente no
pueden vivir unos sin los otros.
Esa
perversión es el reto mayúsculo que tiene que desatar el pueblo mexicano; sería
bueno que lo pudiera hacer tal y como Alejandro Magno lo hizo con el nudo Gordiano,
de un tajo; eso me parece imposible. Deben nacer generaciones que no tengan ya
necesidad de autoritarismo sino de libertad y eso todavía no se avizora
plenamente. No tenemos la ideología de Martin Lutero y de Juan Calvino y se nos
trata de imponer el dinamismo de la productividad a través de la economía, la
inconsciencia del trabajo por medio del Neoliberalismo. Es decir se nos trata
de volver protestantes, pero aun México sigue siendo fiel al catolicismo, a la
pasividad masoquista; deberíamos transitar al ateísmo dinámico, centrando la
vida en la vida misma.
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