Las religiones de
todo tipo tienen sus más fieles adeptos en las personas con menor cantidad y
calidad de conocimientos científicos y aun hasta en personas con conocimientos
científicos con tal de que hayan sido moldeados desde la niñez en el
pensamiento religioso. La debilidad física y de voluntad disminuida, también
son importantes para lograr someter a las personas a creencias absurdas. La
sentencia atribuida a Quinto Septimio Florente Tertuliano “Credo quiam
absurdum”; hay que decir que, lo absurdo no sirve para la vida diaria, allí se
impone la realidad; aun asi, la vida es insignificante no hay dentro de la vida
algo o alguien que la justifique. Entonces se debe buscar fuera de ella, en “el
más allá” en lo irracional, en lo extraordinario. La muerte de Cristo era para
él, cierta porque es contradictoria y verdadera porque su resurrección es,
imposible.
Santo Tomás, es
tributario de esta postura y, aunque le da cierta autonomía a la razón no deja
que la misma este bajo el servicio de la teología. Kierkergaard, otro santurrón
desabrido sigue el mismo camino; para él, “la fe es una paradoja, un
escándalo”. Durante siglos esta idea de creer en lo absurdo ha sido muy
efectivo entre los que tienen menos educación y han crecido con una religión
impuesta desde la niñez o con los que tienen menor voluntad para buscar la
libertad.
La insignificancia
humana se retuerce y convencida de su impotencia va directo a lo absurdo y
allí, siente que puede vivir libre de toda responsabilidad. Que se ocupe
alguien más en dirigir la vida en todos sus ámbitos y allí están los pastores,
los sacerdotes, en suma, los teólogos para sacar la mejor tajada de sus
rebaños. Por ningún motivo las masas se indignan por ser llamadas rebaños. Todo
lo absurdo se racionaliza para ser presentado como conocimiento superior,
divino y que solo algunos pueden tener interlocución con el Dios a modo.
Participar de algo grande cura (aunque sea momentáneamente) la terrible soledad
de las personas, entre el rebaño, la multitud se siente “algo”, “alguien”,
dispuesto a ser parte activa y muy a menudo pasiva de dichas instituciones.
En el contexto de
la libertad, se ha creado el derecho de creer en la religión que esta sea y las
Constituciones de los Estados nacionales, han puesto esto como un derecho.
“Libertad de culto”, llaman este derecho y esto sigue siendo absurdo. Los
gobiernos están en estrecho entendimiento con los teólogos para legislar en
favor de la creencia en “la paradoja, el escándalo” y así, permitir la
conservación de religiones de Estado o el maridaje anómalo cuando ambos Estados
se unen para el sometimiento de los pueblos.
Entre el discurso
oficial de los gobiernos y el discurso teológico no hay mucha diferencia sino
semejanzas en los ritos, en los las demás formas pomposas, pero en el fondo
ambos discursos son mentiras. Ambos Estados quieren hacernos creer en los
absurdo con cifras y, logros que solo los gobernantes ven y, hechos milagrosos
y una vida eterna que solo los teólogos ven. No es casualidad que los
gobernantes vayan ante el Papa a certificar sus gobiernos o este visite a las
naciones, ambos hechos tienen el mismo fin: el control de las naciones, sin que
los rebaños lo sospechen, son tan inocentes en ese rubro. Todo se ve tan
inofensivo y se cree que es por el bien de los desamparados, de los más
débiles, de los parias, del que sea “siempre fiel”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario