La
detención de Humberto Moreira en España muestra al sistema político, judicial y
legislativo en toda su encarnada corrupción. Por doquier que se huela llega ese
olor putrefacto de la descomposición gubernamental. El órgano Legislativo hace
las leyes cortas, mancas para aplicarlas a la clase política y gubernamental;
el órgano Ejecutivo se encarga de corromper todo el sistema administrativo sin ningún
pudor; sabe el presidente en turno que
no hay leyes que lo puedan tocar siquiera y puede poner un fiscal a modo
para ser exonerado; el órgano Judicial esta manco, cojo, raquítico y en plena
terapia intensiva; hay aproximadamente 600 tribunales federales para más de 110
millones de habitantes, una desproporción insólita. Sumados todos los males de
estos tres órganos (que no poderes por sí), son el centro neurálgico de toda la
corrupción, esta corrupción contra la de los ciudadanos comunes y corrientes,
la segunda es un juego de niños. La corrupción somos todos vocifera el gobierno
desde hace mucho. ¿Cuál es la razón por la cual solo se enriquecen los
gobernantes, los políticos, el crimen organizado y los dueños de las grandes
trasnacionales?, en efecto, la corrupción se practica, en lo general, por toda
la nación mexicana pero, la que pudre como un cáncer sin control, es la corrupción
oficial, institucionalizada. Allí están los grandes negocios de millones y
millones de dólares.
Decian
y lo siguen sosteniendo, cínicamente, los priistas que la moral es, un árbol
que da moras. No, ese árbol de la política no da moras, da Moreiras al por
mayor, es fecundo. Póngase a cualquier a cualquier presidente de la república,
a cualquier gobernador u otros funcionarios de primer y de segundo nivel y se verá
claramente que son frutos podridos del mismo sistema político, todos abrevan
del mismo mar de corrupción y se tapan con el mismo amplio manto de la
impunidad, del sistema judicial chato en este contexto, mientras el ejecutivo
federal lucha incansablemente en construir ilusiones, camuflajes a su
incontinente corrupción y la de todo su gabinete.
Hace
solo algunos días, el presidente en turno tenía espasmos orgásmicos al anunciar
la detención de Joaquín Guzmán Loera, lo festejaron como si hubieran
reconquistado el territorio perdido, como si una fuerza divina los hubiera curad
de su loca ambición y de su corrupción como si hubieran encontrado el
Principio-primero-de-todas-las-cosas con un: “Misión cumplida”.
La
“Misión cumplida”, sin embargo viene de afuera, concretamente de España, donde
tuvieron a bien, ver con claridad que este sistema político arbolario produce
Moreiras, es decir, gobernantes y políticos corruptos. Por ello detuvieron a
este bailador ridículo, cínico, creído de sí mismo. No se ha visto a la clase política
festejar esta misión cumplida, estarán poniendo los sesos, con el temor
fundado, por no ser los siguientes. Ir a España no está dentro de sus planes. Enrique
Peña Nieto ha callado como una tumba junto con todo su gabinete. La emoción se
ha ido.
Los
españoles trajeron la corrupción a lo que hoy, es México y la llevaron a grados
increíbles “Cúmplase pero no se acate”, decían de las leyes de su rey y no discutían
las normas legales pero no las llevaban a la práctica. Ahora ya con los ojos
abiertos y un poco de consciencia de lo malo de la corrupción tratan de
enmendar sus imperdonables equivocaciones. El pueblo de México debe tomar los problemas
en sus manos para solucionarlos. El gobierno no los puede solucionar ni los políticos
porque ellos son el problema, el origen de la corrupción. Así como un enfermo
no pude curarse solo, el gobierno de Peña Nieto y subsiguientes no podrán salvarse
de su maldición, creer ladinamente que son intocables y sostener que, la moral
es un árbol que da moras.
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