La
fortaleza de un Estado y en especial de un gobierno no debe medirse de acuerdo,
a la fuerza policiaca que pueda destinar para el control social; esto sería
solo la parte conservativa del gobierno, es decir, mantenerse en el poder. Por
el contrario, la salud y fuerza del gobierno debe medirse con relación a
someter a los poderes facticos en toda su gama (líderes, caciques, gremios,
sindicatos, trasnacionales, grupos armados y en especial, el crimen
organizado). Es muy revelador que, existan más narcotraficantes exitosos en lo económico
que presidentes de la república. Desde Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de
Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón hasta el actual
presidente se les puede oponer no solo un narcotraficante como exitoso en
convivir sin muchos problemas dentro de la sociedad mexicana. Los
narcotraficantes se han vuelto paradigmas de la vida.
El
triunfo de la delincuencia significa la derrota del gobierno y de la sociedad misma,
se desaparece la legalidad cuando se desaparece a las personas; se evaporan los
seres humanos cuando se les incinera, se entierra la legalidad junto con los
cuerpos; se nos escapa la credibilidad cuando no se somete a los criminales o
cuando se fugan (incluyendo gobernantes y políticos), se evade la
responsabilidad cuando el presidente huye al extranjero, en vez de enfrentar la
dura realidad. Se puede correr y correr, pero esto no hace mella en la realidad
ni siquiera la modifica para bien. A este gobierno le urge que termine su
sexenio plagado de mentiras, de puestas en escenas, de corrupción y evasión de
responsabilidades. Gobierno frívolo, mitómano y ridículo hasta lo inaudito.
La
propuesta de este gobierno es la mentira como vía de escape de la realidad. Se
dan cifras y cifras; logros y más logros que no se ven en la realidad. Se dice
que los beneficios vendrán dentro de diez o veinte años cuando ya hayan muerto
los responsables o los delitos hayan prescrito. Con pensiones de escándalo se
van a disfrutar de la impunidad con el eterno deseo de seguir en el poder. Una
y otra vez regresan vapuleados como boxeadores sin futuro, llenos de nostalgia
por un pasado glorioso que solo existe en sus torcidas mentes. Solo queda el estoicismo
de un pueblo y la evasión como triste consuelo.
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