Todos los seres humanos nacen sin fe alguna, sin religión alguna.
La religión surge por la limitación y pequeñez humana y su miedo a la
inexistencia para siempre. Ante este panorama desolador tuvieron que inventarse
los dioses. Eso fue necesario para la niñez y adolescencia de la Humanidad; es
muy significativo que se hayan ido enviando a la multiplicidad de Dioses al
cementerio del olvido y ya no se haya inventado o “revelado” dios alguno desde
hace más de dos mil años. La Humanidad va pasando del politeísmo al monoteísmo
y de este, al ateísmo. Claro que el ateísmo no tendrá las grandes masas
concentradas y sometidas porque no está hecho para las masas ni tiene reglas ni solicita adeptos sino la
consciencia plena de la verdad: no hay
dioses ni más allá.
Si en un primer y segundo momentos las religiones fueron
verdaderas para los pueblos, útiles para los políticos y falsas para los filósofos;
la falsedad se va descubriendo al avance de la ciencia, del arte, de la filosofía.
Debe cavilarse profundamente la monstruosidad que se hace a los niños y
adolescentes al contarles mitos (cuentos),
sobre dioses, ángeles, arcángeles, querubines y toda una clase de ficciones.
Arraigadas estas invenciones en la mente de niños y jóvenes por medio del
machacante insistencia de la existencia de lo inexistente: los dioses y sus
cortes los menores crecerán encadenados a las ficciones metafísicas teológicas
y estará preparado para ser usado por cualquier institución o autoridad por más
que esta sea arbitraria o irracional. Es lamentable que se grite que se busca
la libertad pero inmediatamente que nace n los seres humanos se les moldea para
ser dóciles. Apenas se nace se cercena la libertad de pensamiento y de allí deriva
hacia el cautiverio corporal.
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