Es
común que cualquiera se llame demócrata y se asuma como tal; sin embargo, eso
es solo la parte formal, falta que los hechos, corroboren en todos los rubros, sin
duda alguna que, quien se autonombre demócrata, efectivamente los sea.
Los
requisitos nos vienen dados, tanto por el concepto como por la realidad. En el
primer rubro se tiene que, ser demócrata debe ajustarse al concepto de
democracia. El término democracia está conformado por las raíces griegas
demos=pueblo y kratos=poder y esto deriva en que, en tal sistema de gobierno el
pueblo ejerce su soberanía en los fundamentos y los fines que persigue el
pueblo y los que gobiernan ajustan su proceder de acuerdo a las bases política y
los fines sociales establecidos sin torcer o interpretar subjetivamente los
mismos en detrimento del pueblo y en favor de un grupo o persona determinada. De
aquí se deriva la obediencia de los gobernados y los gobernantes a la ley. Por
un lado, los primeros solo les está impedido lo que la ley les prohíbe y a los
segundos, solo les está permitido lo que la ley les ordena.
En
este contexto, el Órgano Legislativo le corresponde, de manera preponderante en
la formalidad, el hacer de las leyes mediante el proceso respectivo, al Órgano
Ejecutivo, en lo formal le es, inherente la aplicación de las leyes en el ámbito
administrativo y al Órgano Judicial, formalmente la aplicación de las leyes en
el ámbito de la impartición de justicia. Todo ello con base en la soberanía nacional
y en favor del pueblo. “Del pueblo y para el pueblo”, resume la democracia sin
quedar agotada la doctrina.
Ahora
bien, cuando algún gobernante o político, sea este de derecha, centro o de
izquierda con sus variantes, se asuma como demócrata deberá pasar por la criba
de lo ya enunciado de manera tal que no deje de observar uno de los
presupuestos ya que, estos están de tal forma encadenados que, no observando
uno deja vulnera la democracia en su totalidad.
En
el rubro de las garantías individuales y los derechos humanos debe ponerse
especial acento dado que, es, sobre los gobernados sobre los que recaen o
sufren la violación de los mismos y debe haber una procedimiento eficaz para
reparar el daño y sancionar a los infractores.
Sin la satisfacción de estos dos rubros no puede hablarse propiamente de
democracia.
Por
otro lado, la consecución del poder político debe ser tal que no se compren
voluntades por ningún medio ni se coacciones a los votantes para que emitan en
tal o cual sentido su voto. Si se compran votos y no se observan rigurosamente
no solo las leyes sino los principios democráticos, se estará ante una simulación
viciosa y no ante la democracia y los infractores de la ley o delincuentes no podrán
llamarse demócratas sino todo lo contrario, tiranos en sus diversas
modalidades. Entonces, el pueblo tendrá el derecho absoluto de cambiar su forma
de gobierno o de quitar a los malos gobernantes sin ninguna responsabilidad. La
soberanía nacional no debe ni puede tener límites ni censores, dejaría, el
pueblo, de ser soberano.
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