El
día cinco de septiembre se hizo oficial para festejar, dicen, a la mujer indígena
de manera internacional pero no mundial. Es un error fatal hacer oficial ese
festejo y de manera formal hacer algarabía mientras en la realidad las cosas
son terribles.
Primero,
las mujeres son de la misma calidad humana estén en donde estén y sean del estrato
social que sea.
Segundo,
el término indígenas se refiere a las personas nacidas en determinado lugar geográfico
es decir, de donde son aborígenes u originarias.
Las
mujeres son parte de la humanidad, más o menos la mitad en población y la parte
complementaria del hombre y viceversa. En consecuencia, comparten el ser de lo
humano y solo difieren en el género. Por lo mismo, tienen ser y en concreto su
ser, es, ser, mujer sin ningún distingo.
Al
pretender hacerles honor se llega al objetivo contrario, se les señala y
margina formalmente y en la práctica. Solo los locos, los pre juiciosos y los
ciegos mentales pueden concebir que hay calidades entre las mujeres; si se
acepta esto en la formalidad no se podrá empezar a corregir la vergonzosa
realidad material.
Se
me dirá y reprochará que en la realidad, existen, mujeres indígenas y estoy, de
acuerdo, siempre y cuando se refiera a
las que nacen y permanecen en el mismo lugar o se le diga que tal o cual mujer
es indígena de tal o cual lugar. Aceptar que hay mujeres indígenas refiriéndose
a aquellas que fueron sometidas por las conquistas en lo que hoy, llamamos América,
es aceptar un error grave. Las mujeres son putas porque a eso las orillamos,
son las más explotadas porque así nos conviene, son objetos sexuales porque así
lo hemos decidido, son mujeres indígenas porque así lo hemos aceptado como
meros recipientes de una colonización social, cultural, académica, económica, ideológica,
científica y hasta filosófica.
Por
mi parte, no veo mujeres indígenas en el sentido del sometimiento, minoridad y
poca validez sino mujeres efectivamente sometidas, discriminadas,
desvalorizadas en todas las formas posibles; desde la sociedad y el gobierno.
La
mujer de cualquier parte del mundo y de cualquier estrato social no tienen
menos ser que otras, tendrá si, menos cosas materiales o culturales que
primordialmente no rozan ni menoscaban su ser. Más aun, son la otra parte cualitativa
de la humanidad y cuantitativamente son un poco más que el género masculino. Dejémonos
de falsos festejos formales mal concebidos y pongamos manos a la obra en ceder
el lugar que efectivamente les corresponde; sin ninguna ideología bastarda que
oculte su verdadero ser, es decir, ser mujer cualitativamente plena aquí, allá,
acullá y más allá porque sin la mujer la humanidad no sería tal.
Eso
desde la perspectiva filosófica. Desde la perspectiva del Derecho, la mujer,
es, sujeto de derechos y obligaciones. Existe igualdad entre el hombre y la
mujer ante el Derecho, no hay preponderancia uno sobre el otro. Ahora bien, de
eso no podemos tener duda, la desigualdad se da en la realidad y en todos sus ámbitos.
Es decir, no hay desigualdad formal sino real y este emparejamiento factico es,
responsabilidad de hombres y mujeres conscientes que ven lo inútil y nocivo en
la desigualdad. Es por decirlo una minoridad del derecho práctico, de la
sociedad, es, la existencia de una humanidad amputada, falta de plenitud. En efecto, solo a los Estados totalitarios, teológicos
se les ocurre vivir en la ceguedad de la igualdad entre géneros. En los Estados
occidentales existe una igualdad tramposa que debe cambiar por una igualdad sin
trampas y mirando las diferencias entre mujeres y hombres para no pretender una
igualdad a raja tabla o ideal sino una igualdad que, por el momento observe esas
diferencias complementarias sin permitir que las mismas sean causa de
sometimiento sino de sana convivencia. La ciencia y la tecnología irán
gradualmente borrando ese pequeño pero hasta ahora infranqueable abismo.
Ni
por la perspectiva filosófica ni por la del Derecho se puede ya, admitir la
desigualdad entre mujeres y hombres. De la misma manera se debe tener en cuenta
que es falsa la pretendida distinción entre mujeres liberadas y liberales con
mujeres indígenas o de otra índole. La mujer debe ser mujer y, punto, sin
importar su condición y de allí redimir nuestra humanidad amputada, menesterosa
de ser en plenitud.
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