No
hay duda de que la ambición es una debilidad, un defecto humano contra el cual
debe luchar. No hay época en la historia humana que no nos muestre al ser
humano proyectando su ambición en las más diversas formas. Al poner reglas a la
convivencia humana en sociedad surge la corrupción. Lo público se vuelve botín
de los políticos y gobernantes. En la época prehispánica había poca corrupción existían
leyes rigurosas que acotaban la corrupción. Nos narra Fray Bernardino de Sahagún,
lo siguiente:
“En el tiempo de Moteccuzoma echaron presos (a) muchos
senadores o jueces, en unas jaulas grandes, a cada uno de por sí y después
fueron sentenciados a muerte, por que dieron relación a Moteccuzoma que estos
jueces no hacia justicia derecha o justa, sino que injustamente la hacían y que
por eso fueron muertos; y eran estos que se siguen: el primero se llamaba
Mixcoatlailotlac, el segundo Teicnotlamachtli, el tercero Tlacochcalcatl, el
cuarto Iztlacamixcoatlailotlac, el quinto Umaca, el sexto Toqual, el séptimo
Uictlolingui. Estos eran todos los de Tlatelolco”[1].
De común se menosprecia la sabiduría y la justicia
entre los prehispánicos pero, entre ellos la corrupción era castigada con la
muerte; si bien, perece una pena excesiva era muy eficiente. Los propios españoles
se asombraron por los pocos delitos que se cometían y por el orden existente.
La decadencia empieza con el incumplimiento de las
Leyes de India. Se acataban (no iban a desobedecer abiertamente a los reyes)
pero no se cumplían (los encomenderos hacían de las suyas).
Durante el Priato, que duró más de setenta años, la corrupción
se institucionalizó, pasó a formar parte de la maquinaria de Estado. Lemas como
“El PRI roba pero deja robar”, “Vivir fuera del presupuesto es, vivir en el
error”, “El que no tranza no avanza”, son algunas muestras psicológicas del
funcionamiento del gobierno que casi todo lo abarcaba. Tenía al pueblo
controlado bajo tres grandes sectores: el obrero, el campesino y el popular. Un régimen totalitario no permite la
diversidad de pensamiento. Quienes estaban fuera del pensamiento psicológico, político
y social oficial estaban por necesidad contra el régimen y tenían como opciones
la clandestinidad, la muerte, la cárcel o la sumisión al gobierno.
Peña Nieto por supuesto que ignora esta parte básica de
la historia mexicana para entender el por qué la corrupción está tan enraizada
en el gobierno y de allí se extiende a la sociedad. Para él, la corrupción
radica en los seres humanos, en la sociedad como parte de su naturaleza y es inútil
luchar contra ello. Con esto cree justificar los diversos delitos que cometen
los gobernantes y políticos. Por mi parte creo que, la corrupción fue y es un
proceso nutrido por diversas venas: la mala aplicación de las leyes contra los gobernantes
y políticos, el estado psicológico de la sociedad que sabe que se evita
molestias con la corrupción, la impunidad tejida por la clase política en su favor
y la desmedida ambición de los gobernantes y políticos.
Para Peña Nieto la corrupción es cultural solo le faltó
confesar que, esa cultura fue impuesta por su partido, el Partido
Revolucionario Institucional; así como institucionalizaron la revolución y la
truncaron, siendo Peña Nieto el instrumento con que se acabó, el último
resquicio hacia una visión nacional, de una meta común propia; de la misma
manera institucionalizaron la corrupción.
No solo se ha institucionalizado la corrupción sino también
el cinismo. Dígasele lo que se quiera a los gobernantes y políticos, eso los
tiene sin cuidado; solo hacen dramas públicos cuando se les quita la ubre
publica llamada erario.
Cuando exista una justicia aplicable a los gobernantes
y políticos se verá claramente que la corrupción siendo una segunda piel, una piel
bastarda se verá que la corrupción, es decir, la comisión de delitos una cuestión
de legalidad tal y como lo entendieron los aztecas, nuestros antepasados.
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